Se cumplen dos años de aquellas jornadas calurosamente frías, de ese abrazo histórico que gritó la alegría de sabernos más juntas, juntes y más fuertes. En junio de 2018 recuperamos el cuerpo, rebalsamos las calles que nuestras compañeras ya habían copado, con la fuerza de la histórica lucha del gigante movimiento feminista, que no nació verde, ni nació ayer, pero que se vistió de ese color para siempre y que vuelve a nacer cada vez que la organización feminista avanza, cada vez que se recupera la voz, cada vez que se gana un lugar, cada vez que nos sentimos menos solas y más enteras.

Nunca vamos a borrar el frío de los pies de ese miércoles que se transformó en jueves, la ansiedad de quienes miraban desde las casas, la emoción de la espera colectiva, los comentarios que generaban las barrabasadas que decían muchos y algunas adentro del Congreso o del otro lado de la plaza, el gesto de las manos haciendo calorcito mientras volaban brillos y barrileteaban las banderas.

La mañana llegó con el amontonamiento y no importa donde estábamos en el momento en el que se supo el resultado de la votación, la media sanción era un hecho y era un hecho que eso era el resultado de la lucha de todas. El grito eterno que resonaba en cada encuentro, en cada abrazo, es el eco que nos trae la posibilidad de tirarlo, porque se va caer.

Después de la media sanción la lucha por el cumpliento de la ILE se hizo más fuerte, porque quienes viven a propulsión de muerte refuerzan los artilugios oscuros y arcaicos contra la vida de quienes padecemos más que nadie las mierdas de este sistema: las mujeres pobres. Así también la lucha por la implementación de la ESI se envalentonó, porque no entendemos al aborto legal sin educación sexual, y la educación sexual integral es la llave para erradicar la violencia y profundizar nuestra concepción del propio cuerpo con todo lo que eso implica. La IVE es nuestro norte, y después de la media sanción, aún pasando por la negativa dinosaúrica de quienes calientan sillas en el senado, sabemos que estamos cerca.

Estamos cerca porque estamos juntas, porque los pañuelos vinieron para quedarse, porque están en las calles en las casas y en las camas, y estamos cerca porque las luchas se alimentan de los festejos de los triunfos que no significan victorias, pero que nos permiten seguir luchando con la certeza de lograrlas.

Estamos cerca porque todo se pintó de verde y en ese verde irreverente laten nuestras manos apretadas, las que nos empujan a movernos cuando la estamos pasando mal, las que nos dan fuerza para acudir ante cualquier violencia, las que se transforman en denuncia y se manifiestan en las ventanas, en las pantallas y en los balcones.

Estamos cerca porque sabemos que la maternidad será deseada o no será y porque en la legalización del aborto se juega la vida que queremos vivir, la que queremos que vivan las pibas y les pibes que vienen.

Estamos cerca porque somos muchas y cada vez somos más. Porque somos verdes y pintamos de verde todo. Y porque se va a caer porque lo vamos a tirar.

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