Hace 52 años murió de cáncer de pulmón el dirigente peronista John William Cooke, “el bebe”. Su figura es poco retomada aunque su historia de lucha, junto a su compañera de toda la vida Alicia Eguren, desaparecida en 1977, son la máxima expresión de una generación que peleó desde los lugares más disimiles por los derechos y la liberación de les trabajadores en nuestro país y toda la región.
Cooke nació en La Plata en 1919, fue yrigoyenista hasta que abrazó la causa peronista, movimiento a través del cual llegó a ser diputado entre 1946 y 1952. En la cámara baja tuvo un papel protagónico en debates centrales de la época como el del cierre del diario La Prensa, medio que operaba para United Fruit Company y los sectores yanquis que conspiraban contra el gobierno de Perón. Cooke promovió la expropiación del diario y fue atacado duramente por los grandes medios pero también por lo bajo por muchos peronistas. En 1946 fue uno de los siete legisladores que votaron en contra de las Actas de Chapultepec, tratado que imponía la posición estadounidense de la doctrina Monroe, la solidaridad recíproca de estados americanos supuestamente “libres” e “iguales” con la consecuente posibilidad de sanciones, lo que luego se concretó con la creación de la OEA. Esa firmeza en sus posiciones, su lealtad a Perón sin obsecuencia, le ganaron el respeto y la confianza de Evita.
Nunca dudó en cuál era el actor de la necesaria transformación social que necesitaba el país ni el destinatario de esas transformaciones: la clase trabajadora. Así, por ejemplo, explica las razones del golpe gorila contra Perón: “En septiembre de 1955, el gobierno popular cayó porque la clase trabajadora, que era la que sostenía el régimen y la que contaba con fuerzas para un salto hacia la intensificación de las tendencias revolucionarias, no participó en la lucha en que se resolvió su suerte y la del país entero durante un largo período histórico. El 17 de octubre de 1945 fue un hecho de masas; el 16 y 21 de septiembre de 1955, las masas se enteraron por la radio que habían perdido una guerra sin llegar a pelear en ella”.
Así como no aceptó en los años cincuenta la propuesta de Evita para que sea director del diario oficialista Democracia, tampoco aceptó la propuesta de Perón de ser Secretario de Asuntos Técnicos. “No es el momento de la técnica sino de la política”, y entonces fue nombrado por Perón interventor del Partido Peronista de Capital, que tendría un rol central años después en la resistencia, con hitos como la pueblada del barrio de Mataderos a partir de la toma del frigorífico Lisandro De La Torre.
Luego del golpe gorila de 1955, Perón desde el exilio lo nombró jefe máximo del movimiento peronista. Por esos años organizó de manera clandestina la resistencia a la fusiladora, estuvo detenido en distintas oportunidades, se escapó de la cárcel de Río Gallegos en 1957, promovió el voto en blanco con el que el peronismo impugna de manera arrasadora las elecciones nacionales para convencionales constituyentes de 1957, participó de las reuniones con el frondicismo al que el apoyó tácticamente en 1958 y luego fue preso político de ese gobierno.
Exiliado en Cuba generó una relación con el Che Guevara y todo el movimiento revolucionario. Sin contar con las condiciones físicas ni los conocimientos necesarios participó del combate en Playa Girón donde la revolución se defendió con éxito de la invasión impulsada desde Estados Unidos. Junto a su compañera, la dirigente Alicia Eguren, desde la isla promovieron las primeras experiencias guerrilleras armadas que, como Uturuncos, fracasaron tempranamente en nuestro país.
Mediante un intercambio de cartas polemizó con Perón sobre distintas cuestiones, entre ellas el rol de Cuba y Fidel Castro en la independencia de América Latina y la lucha antiimperialista. Fueron explícitas sus diferencias en torno al lugar que debía jugar el movimiento peronista en el escenario mundial por aquellos años y eso lo alejó de su líder, que se encontraba exiliado en la España del dictador fascista Francisco Franco.
Comprendió la dialéctica marxista no como un dogma sino como una herramienta para la acción y la transformación: “No hay que encerrarse en curvas ideológicas porque afuera pueden estar sucediendo cosas importantes y uno enterarse demasiado tarde o no enterarse nunca. Porque el marxismo no es una doctrina que da respuesta de manera automática a cada situación, es un método para conocer la realidad social y guiar las actividades tendientes a cambiarla”.
Es necesario reivindicar una figura tan importante como la de John William Cooke que estuvo en todos los puestos de lucha con una coherencia absoluta. Mas allá de las diferencias históricas, su pensamiento y su acción tienen hoy una enorme vigencia.