Hoy en Argentina se celebra un nuevo “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”, anteriormente denominado “Día de la raza”. Si bien este nuevo eufemismo para denominar lo que ocurrió el 12 de octubre de 1492 a simple vista parece más amable, no da cuenta de lo que significó ese día para el mundo y para estas tierras.
Ese día llegan, a lo que posteriormente los europeos denominarían continente americano, el genovés Cristóbal Colon encabezando una expedición de los reyes católicos de Castilla y Aragon que buscaba llegar a las tierras del Gran Kan en China y crear una nueva ruta de comercios al verse truncadas las anteriores por la expansión del imperio Otomano.
Este acontecimiento dará origen a la modernidad, Europa, esa península de Asía, se convertirá en “Occidente”, se iniciará lo que Marx denominará acumulación originaria, constituyendo la base material sobre la que se desplegará el capitalismo en el seno del feudalismo.
Más popularmente podemos hablar de conquista, colonización, genocidio. En 50 años, por medio de la fuerte explotación de la mano de obra local, la guerra de conquista y las enfermedades morirán 35 millones de habitantes originarios. Esta catástrofe no fue solo demográfica, sino un masivo proceso de destrucción de las sociedades y culturas locales como pocas veces se había visto en la historia.
Estos pueblos fueron despojados de sus patrones propios de expresión cultural y sumergieron a sofisticadas culturas a convertirse en sociedades iletradas condenadas a la oralidad. Donde se asentaban los conquistadores destruían los templos locales y sobre ellos levantaban iglesias, los códices aztecas, los jeroglíficos mayas o los quipus incas fueron prohibidos, quemados y remplazados por el latín y el castellano. Los calendarios locales fueron remplazados por el gregoriano, ni la noción del tiempo encapó a la conquista.
Las élites locales, para incorporarse al nuevo régimen colonial, irán adquiriendo las formas de expresión cultural y plásticas de los conquistadores europeos, dando lugar uno de los mayores casos de colonización cultural.
El Hombre occidental y cristiano pasó a ser paradigma de Humanidad, la medida de todas las cosas, el ejemplo a seguir por parte de los restos de los pueblos no europeos.
Las burguesías criollas en su guerra contra el régimen colonial desarrollaron una basta alianza con el resto de los sectores subalternos para alcanzar la independencia, pero una vez esta alcanzada continuaron esta acumulación originaria con fuertes mecanismo coercitivos y débil consenso.
Las transformaciones definitivas, que configuraran la América Latina que tenemos hoy día, se coronara con la formación y consolidación de los Estados nacionales, que impulsaran la inserción de este continente como proveedor de materias primas para el mercado mundial, siguiendo sus “ventajas comparativas”, guiadas por la “mano invisible del mercado”, es decir, una matriz extractivista y de saqueo. Pero también construirán un relato apologético que inserta a América Latina en el desarrollo de la civilización occidental.
Este “proceso civilizatorio” iniciado hace ya cinco siglos parece encontrar sus limites concretos en la reproducción de la vida en el planeta: pandemia mundial, cambio climático, quema masiva de selvas y bosques para el agronegocio y negocios inmobiliarios -usurpación de tierras, tanto que hoy se habla de las “tomas”-, niveles de violencia machista hacia las mujeres y las disidencias elevadísimos. Pero a la cabeza de esto se encuentra la violencia de los estados (y para estatal) que impulsa una nueva acumulación originaria, teorizada por el geógrafo marxista David Harvey como “acumulación por desposesión”. Que entre los negocios ilícitos la trata y a prostitución sea el tercer negocio más rentable a nivel mundial junto con el trafico de armas y el narcotráfico no es algo azaroso, sino que se enmarca en una nueva fase del capitalismo internacional que privatiza lo cuerpos, el agua, patenta las semillas, desmonta las conquistas sociales del siglo XX.
Frente a este mundo en crisis, el gran capital, los estados imperialistas y sus socios locales buscan que la paguen los mismos de siempre -reforzando todos los pilares del modelo neoliberal de saqueo y explotación de los bienes comunes y apropiación del suelo- al tiempo que crecen expresiones neofascistas que construyen y movilizan una base social al servicio de proyectos de reforzamiento de la hegemonía imperialista. Ante eso, se levanta también una ola de resistencias y rebeliones en todo el planeta contra la intensificación y agudización de la explotación y opresión.
Frente a este panorama de crisis e inestabilidad, de grandes choques y polarización, a 528 años de la llegada de Colón a estas costas, se hace necesario articular en un proyecto común a todos los sectores en lucha por un mundo distinto, sin miseria, sin opresión y sin explotación, por un desarrollo al servicio de las grandes mayoría populares.