Un juez de la Corte Suprema anuló las condenas contra el expresidente y habilitó que el líder del PT pueda volver a ser candidato. Un triunfo (con implicancias regionales) contra la proscripción y la avanzada de la derecha en un marco de crisis sanitaria, económica y política.
La decisión del supremo, Edson Fachín, desató un vendaval en Brasil y, seguramente, en toda América Latina o, al menos, en sus élites. El magistrado confirmó lo que a esta altura era evidente y anuló las sentencias contra Lula por irregularidades y, de ese modo, le devolvió sus derechos políticos. La proscripción de la candidatura de Lula por la condena en el Lava Jato fue a todas luces un operativo político plagado de parcialidades y directamente asociado al golpe contra Dilma. Un proceso denominado “lawfare” que dominó la política regional durante, al menos, el último medio lustro con la persecución a distintos exmandatarios que se ubican dentro de la experiencia progresista o posneoliberal en la región. Justamente, el fallo sobre Lula tuvo un impacto especial en nuestro país luego del alegato de CFK en la causa del dólar futuro y el cimbronazo que implicó a nivel oficial con la renuncia de Losardo.
La resolución de Fachín rápidamente encendió las expectativas de una candidatura presidencial el año próximo mientras la Bolsa de San Pablo se derrumbaba y el dólar trepaba. El frente judicial, de todas maneras, es incierto. La sentencia formalmente manda a foja cero las causas, es decir, hay que volver a investigar. Los fiscales apelaron el fallo al pleno de la Corte Suprema que podría revocar la decisión. Pero, en paralelo, avanza una medida solicitada por los abogados de Lula que establecería la caída de todas las causas porque Moro no habría tenido competencia como juez para tomarla.
El entramado judicial se conecta directamente al escenario político. Moro, el juez que condenó a Lula, fue luego ministro de Bolsonaro pero renunció y aspira a su propia carrera política. Bolsonaro, en tanto, lo observa como un rival que podría quitarle su lugar mientras apuesta a una polarización con Lula. Por otro lado, la vuelta de Lula revitaliza un PT muy golpeado y que estaba siendo superado por Boulos, candidato del PSOL. En las fuerzas de izquierda se redobla el debate sobre que táctica asumir en relación al PT y la lucha contra Bolsonaro.
Todo esto ocurre con el telón de fondo de la pandemia del Covid-19 que azota a Brasil como uno de sus principales epicentros con numerosas regiones con un colapso sanitario. El paquete de beneficios y medidas sociales de Bolsonaro amainó la caída de su popularidad pero no puede contener la expansión del virus.