Las imágenes del Capitolio norteamericano ocupado por manifestantes de ultraderecha pro-Trump sacudieron al mundo y dejaron una indudable postal de la inestabilidad y volatilidad de este momento histórico.

Dejando las bromas y memes de lado, la suspensión temporal de la sesión en el Congreso yanqui para certificar el triunfo electoral de Biden por la irrupción de una protesta masiva de partidarios del presidente saliente es un síntoma de una crisis muy aguda en las instituciones de la principal potencia imperialista del mundo y que, obviamente, se monta sobre una fractura social largamente desarrollada. 

La situación de caos que reinó durante algunas horas señaló quiebres profundos con los cruces entre Trump y su vice para evitar a toda costa la asunción del demócrata, y con el desbande de la policía en el Capitolio que osciló entre dejar hacer y hasta respaldar la movida. La reanudación posterior de la sesión no alcanza para ocultar que algo se rompió. El propio Congreso iniciará una investigación sobre la actuación policial. 

Dentro de los grupos que se manifestaban se pueden encontrar conspiracionistas como QAnon que piensan que el mundo está dominado por una secta de pederastas, milicias supremacistas y nacionalistas blancas como los Proud Boys o ex militares como la mujer que murió de un disparo dentro del Capitolio. Trump, emergente de una prolongada crisis económica y social en el país, se puso a la cabeza de alentar y fogonear bajo la denuncia de fraude electoral a un movimiento fascistizante y golpista que encuentra desconcertado al establishment demócrata y republicano. La base electoral del mandatario, unas 74 millones de personas, desconocen el resultado de las elecciones.

En tanto, la inestabilidad del ciclo político consolida la tendencia a una mayor polarización. Luego de un año signado durante meses por las grandes protestas en numerosas ciudades del Black Lives Matters y el movimiento Antifa contra la represión estatal, la salida a las calles de los seguidores de Trump ha conllevado a enfrentamientos entre ambos sectores y coloca en perspectiva la posibilidad de mayor choques directos. Por supuesto, el accionar represivo de las fuerzas estatales contra las movilizaciones antirracistas o de izquierda contrastan con la tolerancia y complicidad que existe con las manifestaciones de la ultraderecha.

En este contexto de profunda convulsión política, por un margen muy ajustado, los demócratas se impusieron en los run-offs para el Senado en Georgia y recuperaron la mayoría en ambas Cámaras del Congreso. Biden tendrá así allanado el terreno parlamentario, pero asume con un país política y económicamente fracturado, sumido en la crisis por la peor gestión sanitaria respecto de la pandemia del coronavirus con miles de muertes a diario. Este escenario ya se vislumbraba en las vísperas electorales.

La crisis aguda que ahora conmociona, y tiene a los medios norteamericanos hablando de la “muerte de la democracia” (aunque callan los golpes imperialistas en el resto del mundo), está íntimamente ligada a la crisis internacional que afecta al mundo desde hace más de una década y que ahora ha dado un salto con la pandemia del Covid-19. Trump prometió a grandes sectores desplazados de la clase obrera norteamericana que recuperarían sus puestos de trabajo pero no pudo revertir el movimiento general de capitales que van a explotar mano de obra barata a los países de la periferia. Sin embargo, y aún siendo un producto directo de la especulación inmobiliaria y de Wall Street, supo presentarse como un “outsider” capaz de canalizar a grandes franjas de la población sumidas en una crisis de representación política luego de décadas de bipartidismo.

Como un síntoma de época, el Congreso de Biden asume con un paquete billonario de ayuda económica que otorga 600 dólares para cada ciudadanx y otra serie de subsidios a comercios. Otra postal que sirve para dar cuenta del estado de situación: muchxs trabajadorxs en el corazón del capitalismo deben vivir de “food stamps” (ayuda alimentaria). El crecimiento del respaldo y apoyo a Bernie Sanders, así como el avance del ala izquierda del PD encarnado en figuras como Alexandra Ocasio Cortez, son una expresión de este fenómeno, al cual la dirección demócrata le da la espalda y hasta lo combate. 

La reunificación y pacificación que propone Biden es, en un punto, tan delirante como el “Make America Great” de Trump en el cuadro de crisis política, social y económica que entrecruza a EEUU y al mundo. Lo ocurrido en el Capitolio no es una anécdota, sino la expresión de una tendencia a la polarización y choques que se profundizarán en el próximo periodo.

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