La decisión de la bancada macrista de rechazar el funcionamiento del Congreso en forma remota bajo la denuncia de un supuesto “quiebre institucional” representa un salto en la polarización y crisis política. ¿Hacia dónde va esa ofensiva?¿Cómo respondemos?
Cuando Eduardo Duhalde salió a agitar sus teorías golpistas recientemente, no faltaron los gestos diplomáticos de todo el arco político para rechazar cualquier posibilidad de interrupción democrática. Sin embargo, como advertimos en ese momento, el expresidente explota una coyuntura regional de ofensiva del imperialismo y la derecha para alentar una salida represiva a la profunda crisis que atraviesa nuestro país. El paso adelante dado por “los halcones” de la oposición en rechazar el funcionamiento del Congreso para que no se trate el proyecto de Aporte extraordinario y la reforma judicial y, en ese marco, denunciar un “quiebre institucional” se inscribe en la misma táctica de allanar el terreno hacia ese camino, del mismo modo que lo vienen haciendo las marchas anticuarentena que se movilizan bajo un programa reaccionario, justamente, contra la movilización genuinamente popular.
Un poco de historia de cómo llegamos a ser “Venezuela”
Cuándo en 2015 Cambiemos terminó consagrándose como la coalición ganadora de las elecciones presidenciales algunos politólogos que venían estudiando al PRO como fenómeno político comenzaron a hilar más fino para registrar algunas de las variables de su ascenso. Uno de ellos fue Gabriel Vommaro, autor de “La larga marcha de Cambiemos” quién identificó un aspecto que, desde entonces fue constantemente retomado por los miembros de esta coalición y sin ir más lejos, en el día de ayer tuvo un capítulo sin dudas de inflexión: la comparación con Venezuela.
La “táctica devenir Venezuela” sin embargo no fue ni es patrimonio exclusivo de la derecha argentina sino que de arriba hacia abajo, del norte a nuestros pagos, fue utilizada en múltiples campañas de las derechas. Trump mismo apeló y apela a la construcción de Venezuela como enemigo externo e incluso hoy en plena campaña no dejan de estar presentes especulaciones electorales en torno a los efectos positivos que podría tener en caudal de votos una invasión a la República Bolivariana, todo esto en medio de un radicalizado racismo como rasgo central de sus intervenciones públicas en materia de política interior. Vale advertir que ponen como ejemplo para demonizar interesadamente una de las experiencias más importantes del protagonismo popular y lucha contra el imperialismo en nuestra región de las últimas dos décadas.
Pero volviendo a nuestro país, efectivamente en el desarrollo de la campaña de Macri en 2015, Venezuela fue el ejemplo figurativo, el “tipo ideal” al cual NO llegar, la amenaza de la democracia la región y en el mundo. La apelación a Venezuela devenido en el neologismo “Argenzuela” (que incluso logró desviaciones semánticas bizarras durante este año como la señora anticuarentena afirmando que vamos camino a ser “Valenzuela”) fue exitosa en el momento de esplendor de la táctica duranbarbista casi como una política tendiente a sembrar la imagen de un futuro signado por el terror. El discurso encontraba como puntos de comparación materiales los niveles de inflación, ciertas políticas estatizadoras (como la del 50% de YPF) y la construcción del perfil de CFK como una líder política con sesgos autoritarios.
Ahora bien, la sesión del día de ayer en diputados no parece ser un delirio improvisado de JxC sino un paso más en un modo de intervención que encuentró un nuevo punto de partida en la campaña pos-PASO del 2019. Tras la garrafal derrota en las primarias, el plan de las “30 marchas” de Macri, casi una por día, en distintos puntos del país que cerró con una sorprendente y multitudinaria concentración en la 9 de julio, hizo que los resultados de octubre sean mucho más ajustados de lo pensado. De ese modo, si bien Cambiemos dejaba el poder lo hacía con un capital acumulado que además ahora contaba con una experiencia de movilización.
Esa táctica movilizadora la hemos visto de modo recurrente en este año en torno a reclamos de los más variados , pero que articulados construyen una agenda derechista que se fue instalando: desde los cacerolazos contra la “liberación de los presos” pasando por la defensa de Vicentín y la propiedad privada hasta las conmemoraciones de fechas patrias exigiendo “libertad” en oposición a las medidas sanitarias de aislamiento social. Si bien generaron tensiones internas al interior de JxC, esta secuencia de una derecha movilizada le empieza a dar otros contornos a la intervención política de la principal oposición. Estos últimos días tuvieron incluso expresiones locales, que, si bien acotadas no dejan de ser alarmantes, como la ocurrida en Bariloche por “vecinos de la ciudad” que se movilizaron con el fin de desalojar una toma de tierras en el Lago Mascardi teniendo como eje consignas racistas anti-mapuche.
Sí al impuesto a las grandes fortunas, no a la derecha
La operación del día de ayer totalmente montada por los diputados de JxC que se negaron a sesionar de manera virtual, expusieron al personal del Congreso de la Nación por fuera de los protocolos sanitarios, irrumpieron con un escribano y denunciaron una ruptura institucional, no puede sino leerse como un paso más de construir un escenario “a lo Venezuela” dejando abierta la puerta y tanteando las condiciones para una salida represiva. En ese sentido, es para destacar la actitud de lxs diputadxs del Frente de Izquierda, Romina Del Plá y Nicolás Del Caño, que rechazaron la provocación macrista y aportaron a garantizar el quórum.
Por otro lado, señalamos que lo ocurrido ayer no fue sólo un “ardid institucional”, sino que se suma a la “campaña” contra las tomas de tierras como una punta de lanza fundamental de esta avanzada y que, debemos alertar, cuenta con sus propios promotores dentro del Frente de Todos, como Sergio Massa y Berni (más allá de sus propias rencillas internas).
A su vez, para quienes ponderan el centro político como solución nacional a todos nuestros males, deberían tomar nota respecto de cómo la crisis tiende a profundizar la polarización y a disolver “los consensos” que se puedan alcanzar, poniendo cada vez más en tensión las distintas salidas que se pueden tomar.
Queda nuevamente claro que la aprobación de una medida tan necesaria como un gravamen a los 12 mil patrimonios más grandes de la Argentina requerirá de la unidad de los sectores populares contra la ofensiva y la escalada de la derecha. Una cosa está directamente ligada a la otra: frente al apriete de la reacción, más respuesta popular.
¡Y que viva la revolución del pueblo venezolano!