La irrupción obrera y popular que ganó las calles de Córdoba hace 51 años fue un hito de nuestra historia que abrió un periodo de alza de las luchas y de los proyectos revolucionarios en nuestro país, proceso que sólo pudo ser derrotado con el terrorismo de estado. Cómo se gestó y las lecciones que nos deja hoy.

Desde el golpe y proscripción a Perón en el 55, las clases dominantes de nuestro país no lograban poner en marcha un proyecto político y económico estable ante un movimiento obrero que crecía en sus niveles de resistencia.

El golpe de Estado del 28 de junio de 1966 denominado “Revolución Argentina”, liderado por el general Juan Carlos Onganía, buscó alinear al conjunto de la burguesía detrás del “proyecto de modernización” con tres objetivos centrales:

1) Cerrar la crisis cíclica que sufría el país en torno al estrangulamiento de la balanza comercial, desarrollando la industria en los sectores más modernos, logrando una mayor eficacia por medio de una mayor racionalización de la economía, reducir costos, ramas improductivas, demandas sindicales “excesivas”. La cara visible de este plan para reestructurar el capitalismo argentino era su ministro de economía Adalbert Krieger Vasena. Este plan económico tenía un parecido asombroso (o no tanto) al que intentó implementar el gobierno de Cambiemos.

2) En el plano social, para llevar a cabo este plan eran necesario elevados niveles de represión e imponer la “paz social” para reorganizar la economía, lo que incluía anular las distintas formas de actividad social y cultural desarrollados hacia los años 60 principalmente por la juventud.

3) Y esto último llevaba también a cristalizar un régimen político dictatorial sin fecha de vencimiento, en donde a la proscripción del peronismo se sumaban la intervención en sindicatos y universidades, el impulso de leyes “anticomunistas” y el cierre de todo el sistema constitucional.

Sin embargo, esto se vio socavado por la resistencia e intervención de la clase trabajadora y los sectores populares que echaron por tierra los planes de ajuste y represión y abrieron una situación con fuertes tendencias de lucha y hasta revolucionarias.

Génesis de la rebelión

¿En qué consistió el plan de ajuste de Onganía? Una devaluación del 40%, congelamiento salarial por dos años, reducción del empleo público, aumento de tarifas a servicios público. La dictadura intervino los sindicatos, suspendió personerías jurídicas, suspendió convenios colectivos de trabajo, atacó muy puntualmente a los portuarios, ferroviarios y trabajadores de ingenios azucareros. Estableció la ley de arbitraje obligatorio, por la cual todos los conflictos entre capital y trabajo debían tener la mediación del Estado.

La conducción de la CGT mantenía una política complaciente bajo la táctica vandorista de “golpear y negociar” que terminó sucumbiendo a la ofensiva represiva. En un primer momento, las resistencias al régimen pasaron a ser focalizadas, fragmentadas y a la defensiva frente a los despidos, suspensiones o los aumentos de los ritmos de trabajo. Este proceso de resistencia tuvo como efecto la conformación, dentro de los lugares de trabajo, nuevas formas de organización de base: asambleas, comisiones internas y cuerpos de delegados, más democráticos, combativos e incluso radicalizados.

Esta acumulación por abajo cristalizó en un “giro a la izquierda” en marzo de 1968 con la conformación de la “CGT de los argentinos” dirigida por el gráfico Raymundo Ongaro, que rompió con los sectores “dialogistas” que pasaron a llamarse CGT Azopardo. Este nuevo agrupamiento contaba con un fuerte peso en Córdoba.

La CGT de los Argentinos adoptó un programa que trascendía las reivindicaciones meramente sectoriales, para plantear propuestas políticas antidictatoriales, antimperialistas y con perspectiva de liberación nacional y social. Además tuvo la disposición de tejer alianzas con sectores no solo obreros: intelectuales, artistas, estudiantes, curas del tercer mundo y agrupaciones de izquierda, que le permitieron ampliar su influencia.

Particularidades de Córdoba

En el segundo gobierno de Perón se había desarrollado en Córdoba una industria automotriz ante la interrupción de importaciones durante la segunda guerra mundial, desarrollando una moderada industria con empresas como Mercedes Benz y posteriormente Industrias Kaiser Argentina (norteamericana), que no solo brindaban trabajo a los obreros en sus plantas, sino que también a todos los que elaboraban autopartes e insumos con una generación de trabajo indirecta.

Pero para 1959, el gobierno de Arturo Frondizi promulgó el Régimen de Promoción de la Industria Automotriz, que fomentaba la instalación de nuevas empresas extranjeras, atrayendo a Peugeot, Citroën, Ford, General Motors, entre muchas otras que se radican en Bs As. Ante lo acotado del mercado interno para absorber tantos autos, el mayor desarrollo tecnológico de los recién llegados y su salida más próxima a los principales mercados urbanos, la industria cordobesa se vio sumamente golpeada y entró en crisis la economía regional.

Por su parte la clase obrera cordobesa era mayoritariamente industrial, homogénea, concentrada geográficamente, con cierta autonomía de la burocracia sindical nacional vandorista y una distancia no tan pronunciada entre dirigentes y dirigidos, con un peso considerable de las comisiones internas y los cuerpos de delegados en la toma de decisiones.

Las automotrices cordobesas con el apoyo explicito del gobierno, para no perder en competitividad frente a sus pares porteñas, comenzaron a aumentar los tiempos y ritmos de trabajo, tendiendo a una mayor racionalización del proceso productivo que se traducía en la eliminación de “sábado ingles” y la perpetuación de las “quitas zonales” (descuentos salariales por zona). Estos golpes no recaían solo sobre los obreros de las automotrices, sino también sobre los de autopartes, los chóferes e incluso los trabajadores del sector energía, en los que el gobierno impulsaba privatizaciones parciales.

Otro actor central van a ser les estudiantes provenientes de las clases medias y la clase trabajadora que ascendían a 30.000 jóvenes en Córdoba, y que contaban con una importante tradición de lucha que continuada un hilo conductor de la reforma universitaria del 18. En todo el país les estudiantes fueron desde el principio quienes chocaron frontalmente con la dictadura: Onganía decretó la suspensión de la autonomía universitaria, reintrodujo el examen de ingreso, cerró comedores, recortó el presupuesto y los molieron a palos en la “Noche de los bastones largos”. Con lo cual estaban en pie de guerra contra la dictadura y confluyendo con las luchas obreras a nivel nacional, y en particular en Córdoba.

La rebelión de obrerxs y estudiantes

Desde finales de 1968 venían en ascenso huelgas y protestas estudiantiles en todo el país, pero en mayo de 1969 se condensó todo este malestar de forma explosiva, con un mes de intensas movilizaciones y enfrentamientos ante el intento de las patronales de avanzar contra derechos conquistados. Para el 29 de mayo a la mañana los principales gremios convocaron a una movilización hacia el centro: la UOM de Alejo Simó, la UTA de Atilio López y Luz y Fuerza dirigida por Agustín Tosco, todos nucleados en la CGT combativa de Córdoba y el vandorista Elpidio Torres de SMATA, confederado a la CGT Azopardo. Cada uno de los gremios tenía asignada una zona para resistir frente a la represión policial.

La policía a poco de iniciar la movilización, de más de 50.000 manifestantes, comienza a reprimir, asesinando a al obrero Máximo Mena de IKA. Luego de esto se sumaron estudiantes, vecinos, amas de casa, comerciantes, que comenzaron a levantar barricadas, desbordando fácilmente a la policía cordobesa, que para el mediodía había perdido el control de la ciudad.

Para amedrentar a los manifestantes el ejercito emitió un comunicado informando sobre la conformación de Consejos de Guerra para aplicar la justicia militar a los que fueran detenidos, para pasar a la acción a las 18 hs del 29 de mayo, avanzando hacia los principales focos de conflicto, el barrio Clínicas y Alberdi tomados principalmente por estudiantes, pero retrasados por francotiradores que les disparaban desde balcones y ventanas. El general Elidoro Sánchez Lahoz, a cargo de la represión, llegó a confesar: “Me pareció ser jefe de un ejército británico durante las invasiones inglesas: la gente tiraba de todo desde sus balcones y azoteas”.

Para el 30 de mayo a la mañana el ejercito ya manejaba la situación, con 12 muertos oficiales (se estiman más de 60), un centenar de heridos y mil detenidos pero ya nada sería igual. La rebelión cordobesa abría otro escenario en la coyuntura y una nueva etapa con el grito de “No deje de luchar por un gobierno obrero y popular”.

De esta forma se inauguraría un nuevo período de luchas populares, en el que la violencia popular creció en legitimidad, se profundizó un giro a la izquierda y empezó a ganar terreno en amplios sectores de la población la perspectiva de la “Patria Socialista”, identificada con la dignidad popular pisoteada desde hacía años por milicos y gorilas. Con el Cordobazo, las masas pasaron a la ofensiva luego de décadas de resistencia y la gran burguesía, tan segura de si hasta el momento, comenzó a entrar en pánico. Deberá recurrir al terrorismo de estado con la colaboración de las fuerzas patronales para imponer su modelo de terror.

Más de cinco décadas después, en un contexto de pandemia global, las grandes patronales siguen buscando liquidar los derechos y conquistas de la clase trabajadora que se han logrado defender. La rebelión obrera y popular de Córdoba, y toda su secuela de levantamientos provinciales posteriores, sigue vigente como un ejemplo de unidad y movilización popular para derrotar a la derecha, las patronales y la represión.  

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