El domingo 11 de abril se desarrollaron el balotaje en Ecuador y la primera vuelta para las presidenciales en Perú. Los comicios revelaron sorpresas que estuvieron signadas por la inestabilidad política abierta el proceso de rebeliones populares de 2019/2020 y que s expresan en pujas y fragmentaciones que aún no encuentran una tendencia definida, y en la que se combinan la ofensiva derechista con los proyectos y resistencias populares.
En distintas latitudes del continente se ponía en juego la configuración del escenario regional. Con una derecha neoliberal que venía de retrocesos como ocurrió en Argentina y en las elecciones presidenciales de Bolivia , Ecuador podía ser otro de sus pilares en disputa. Por otro lado, en Perú las elecciones estaban marcadas por la crisis política de representatividad que se expresaba en la presentación de 18 candidatxs y entre ellxs experiencias de nuevas candidaturas favorables al campo popular. No obstante, ambos resultados escaparon a cualquier pronóstico y evidencian un escenario abierto y de inestabilidad en la región.
Por un lado, en Ecuador, el derechista y miembro del Opus Dei, Guillermo Lasso, se impuso con el 52,7% mientras que Arauz quedó segundo con el 47,3% de los votos. La victoria de Lasso implica un espaldarazo y un aire para la derecha regional que había recibido varios retrocesos en el último periodo. De la mano de Duran Barba, el nuevo presidente asumirá con un proyecto anclado en continuar la alianza con el FMI, las relaciones con EE.UU y los planes privatizadores y de ajuste, además de ser un nuevo ariete junto a Duque en Colombia contra Venezuela. De cara a la segunda vuelta, los votos en disputa fueron los votos de la candidatura de Yaku y el candidato de Izquierda Democrática, que representaban un 35% del total de los mismos. Ambas fuerzas, centralmente Pachacutik (brazo electoral de la CONAIE) llamaron al voto nulo o “voto nulo ideológico”. La impugnación alcanzó un significativo 16%, aunque más relevante todavía es que el caudal de votos de Lasso casi triplicó los resultados de la primera vuelta.
En este sentido, la derecha pudo imponer un “anticorreismo” en la elección, presente en la sociedad por diversos motivos, pero centralmente por la fuerte campaña mediática de estigmatización y la persecución judicial a lxs dirigentes de Revolución Ciudadana. También en este escenario saltan a la vista las limitaciones para contener en ese proyecto las demandas del movimiento indigena, un movimiento popular con un peso clave en el país que rompió prematuramente con Correa poniendo el eje en las políticas extractivista de su gobierno. Ahora bien, la política de voto nulo no visualizó un vacío de poder o demandas sin contener en ambos proyectos sino que abonó al triunfo de un proyecto de derecha neoliberal, recomponiendo la legitimidad en sus políticas que Lenin Moreno había perdido, y que el pueblo ecuatoriano debe prepararse para resistir. En el escenario regional, el triunfo de Lasso empodera a la derecha y al imperialismo aunque asume como minoría parlamentaria y deberá buscar alianzar para llevar adelante su proyecto derechista frente al resto de las bancadas de signo opuesto.
Por otro lado en Perú los resultados fueron igualmente de sorpresivos: con el 95% de mesas escrutadas queda en primer lugar Pedro Castillo de Perú Libre con el 19% y en segundo lugar Keiko Fujimori con el 13%. Estos resultados se dan en un cuadro donde ningún candidato supera el 20% y había un total de 18 propuestas. Entre ellas se encontraba Verónika Mendoza de Juntos por el Perú, quien quedó en sexto lugar con el 7,8%.
Fuera de todo pronóstico se impuso Castillo, docente y representante de izquierda que se referenció en la huelga educativa de 2017. Con propuestas disruptivas como la conformación de un nuevo proceso constituyente, proyectos de nacionalización de la minería y los hidrocarburos, supo recoger los votos de los sectores más humildes del Perú. Como contracara se posiciona en contra de una agenda feminista y la ampliación de derechos para mujeres y disidencias, ejes centrales del programa levantado por Mendoza. Con estos resultados, se llevará adelante la segunda vuelta entre estxs candidatxs en donde es preciso unir fuerzas para derrotar el proyecto neoliberal del fujimorismo que ya ha tenido enormes consecuencias negativas para el pueblo peruano.
Las dos elecciones evidencian el panorama abierto y el cuadro de volatilidad e inestabilidad en la región, en donde no se logra imponer una tendencia clara, teniendo sin embargo como indicador la polarización entre progresismos de base popular y derechas neoliberales respaldadas por el imperialismo. El caso ecuatoriano marca los riesgos de una política exclusivamente delimitacionista hacia las corrientes progresistas o reformistas por parte de fuerzas populares o anticapitalistas en esta etapa que puede servir, incluso, como enseñanza para la segunda vuelta en Perú. A su vez, en una situación de crisis sanitaria y económica es necesario seguir de cerca la conflictividad social, con el antecedente de las rebeliones y movilizaciones populares que abrieron nuevas situaciones. Es sobre estos escenarios que debemos seguir apuntalando experiencias unitarias y de solidaridad latinoamericana para derrotar a la derecha y construir alternativas con protagonismo popular.