Por Ismael Jalil
“He aquí una misión digna de una generación nueva” Mariátegui.
Los tiempos en América Latina se acotan. Territorio en disputa si los hay , aún con las particularidades propias de una historia reciente que la diferencia del resto de los países de la región, Colombia hoy -como desde Octubre de 2019 Chile- describe lo que significa para los pueblos, el avance del proyecto neoliberal instrumentado por las políticas con las que los somete la derecha continental. El levantamiento popular en todo el país, expresa el hartazgo del pueblo pero también , demuestra los límites de las democracias de baja intensidad que se retrata en la represión desatada por el gobierno de Iván Duque sobre las masivas protestas de la sociedad civil indefensa.
Por un lado la policía militarizada, la única de la región que es manejada como estructura de defensa y no de seguridad y por tanto con la lógica de la guerra instalada en sus filas. Por el otro, el ejército desplegado con esa misma lógica. Y finalmente el recurso de parapoliciales, narcos y sicarios tercerizando la represión, determinan al pueblo levantado, como el enemigo interior al que se destina esa política de estado.
Bajo el concepto de revolución molecular disipada, inspirada en los devaneos neonazi de un “académico” chileno, el principal referente de la derecha colombiana, el ex presidente Uribe ordena al actual: “1. Fortalecer FF. AA, debilitadas al igualarlas con terroristas,La Habana y JEP. Y con narrativa para anular su accionar legítimo. 2. Reconocer: terrorismo más grande de lo imaginado. 4. Acelerar lo social. 5. Resistir la Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa” (SIC).
La idea no es nueva: instalar una teoría conspirativa en la que las causas sociales que obligan a levantarse y resistir sean distorsionadas, devaluadas y ninguneadas bajo la excusa de “un plan desestabilizador de las democracias” que autoriza a los gobiernos a ir con todo contra las protestas.
Muertos, desaparecidos, detenidos y torturados, prácticas represivas habituales a las que desde hace un tiempo se le suman ya “naturalizadas” los ataques sexuales y el disparo sobre los ojos de los manifestantes, están a la órden del día.
Una extensa red de organizaciones populares de base está sosteniendo en las calles de todo el país la resistencia a semejante despliegue disciplinante de la derecha nativa.
En ese contexto, el aporte de los pueblos hermanos de Nuestramérica hasta PARAR la masacre se torna indispensable. Y Argentina y en especial su relevante movimiento de Derechos Humanos considerado y referenciado mundialmente, cumple un rol determinante en el ejercicio de la más activa solidaridad.
Por ello, como hicimos en el 2019 en Bolivia cuando la derecha golpeó y también masacró a la población del estado plurinacional, un grupo de organizaciones sociales, sindicales, y de derechos humanos de diversas extracciones y posicionamientos políticos hemos decidido integrar la Misión de Solidaridad con el Pueblo Colombiano que el próximo domingo 23 de Mayo saldrá con destino a Bogotá.
Pero no se trata de un acto testimonial ni de una solidaridad de formas, sino – tal como hicimos en Bolivia – de un despliegue solidario activo para observar, registrar, visibilizar y eventualmente denunciar en jurisdicción universal, la represión desatada contra la población civil indefensa.
No son nombres personales ni referencias sectoriales las que importan sino la UNIDAD tras un objetivo impostergable: que PARE la masacre, se visibilice y no se naturalice la persecución, violación y muerte de hermanas y hermanos de este continente que está llamado a ser un solo puño contra el enemigo común de los Pueblos.
Lo nuevo, el futuro en América Latina, será creación heroica y se gesta codo a codo, desde abajo, en unidad, sosteniendo cada lucha, cada rebeldía emancipatoria. Lejos de las delimitaciones y sectarismos absurdos, la exclusión que siembra la derecha se revierte si hay disputa en el horizonte de un rumbo compartido.