El país norteamericano atraviesa un escenario, sin exageraciones, convulsivo. Derrumbe económico, crisis sanitaria, movilizaciones masivas que se sostienen hace más de 2 meses y un episodio electoral en los próximos meses.

El dato que trascendió recientemente respecto de una caída del 33% del PBI norteamericano ha dado una muestra de la magnitud de la crisis junto con un salto en el desempleo que tiene a casi 20 millones de personas viviendo del seguro por desocupación. A este verdadero tsunami se suma la amenaza de cancelar una gran parte de las prestaciones y ayudas sociales. Los democrátas y republicanos siguen negociando en el Capitolio un paquete de reactivación económica como el aprobado por la Unión Europa ñrro cruzados por el fuego de una campaña electoral en marcha.

Las preocupaciones para el gobierno de Trump también están dadas por un escenario internacional donde la guerra comercial contra China comienza a expresar acciones cada vez más radicales. En las últimas semanas los dichos del secretario de Estado Mike Pompeo llamando al “mundo libre” a triunfar sobre la “nueva tiranía China” retrotrajeron las tapas de los principales diarios del mundo a un escenario propio de la Guerra Fría. El cierre de la embajada China en Houston y la respuesta de la potencia asiática cerrando el consulado estadounidense en Chengdu  también son muestras de esta escalada. Sin embargo, no se pueden desligar estas muestras confrontativas en el plano internacional y diplomático del propio escenario electoral  interno donde los republicanos pretenden demostrar la vigencia de su lema “Make great America again” (“Hacer grande a América otra vez”).

En paralelo, la crisis sanitaria se profundiza frente a la gestión de Trump. El número de contagios se acerca a prácticamente 4,5 millones de personas y se registran más de 150 mil víctimas fatales. Un informe de la Asociación de Universidades Médicas de Estados Unidos (AAMC) advirtió que, si el país no modifica sustancialmente la gestión de la pandemia, las muertes se dispararán “fácil a múltiples cientos de miles”. Las principales víctimas del virus son, por supuesto, negrxs y latinxs. El alcalde neoyorkino, Bill Di Blasio, reveló que el 34% de los muertos por Covid-19 son de origen latino aunque el porcentaje de ese grupo dentro de la población total de la ciudad es del 29%, mientras que otro 28 % de víctimas mortales son afroamericanos, a pesar de que estos solo constituyen el 22 % de la población en los cinco condados que componen el distrito.

Una rebelión en curso

A más de 2 meses del asesinato de George Floyd a manos de la policía de Carolina del Norte, las masivas movilizaciones de jóvenes contra la represión estatal siguen creciendo en este contexto de agravamiento de la crisis en numerosas ciudades del país. La profundidad y radicalidad del descontento que ha estallado y mantiene una persistencia sostenida encuentra raíces estructurales en un país en que el 24% de las víctimas de los casos de gatillo fácil son afroamericanxs, a pesar de que representan el 13% de la población.. Los epicentros de las convocatorias se encuentran en Seattle y Portland, donde el gobierno federal mandó tropas y agentes federales para desactivar las protestas y los choques contra la represión son una postal cotidiana. El levantamiento de la juventud negra, latina y precarizada recupera el hilo de las grandes resistencias populares que comenzaron a desarrollarse en nuestra región desde el año pasado. 

Yes, we can

En todo este cuadro, se desarrolla la campaña electoral presidencial de cara a noviembre. El candidato demócrata Joe Biden encabeza las encuestas por una diferencia considerable entre 8 y 10 puntos respecto del actual mandatario republicano, Donald Trump, quien ve lejanas sus chances de una reelección.
La caída del presidente en las encuestas se encuentra directamente vinculada al impacto de la crisis económica, con el crecimiento del desempleo -todo lo contrario a la reactivación prometida- en los llamados “Swing states” (estados en disputa) como Ohio, Pennsylvania o Wisconsin. Ante este escenario, el magnate multimillonario de color naranja ha insinuado la posibilidad de un fraude en el voto por correo y la posibilidad de postergar los comicios, lo que podría abrir una crisis política en el corazón del imperialismo.
El fracaso de Trump, un outsider del régimen bipartidista que había logrado ganar la dirección del Partido Republicano con un programa chauvinista y proteccionista, es una nueva expresión de las enormes limitaciones del imperialismo para cerrar la crisis internacional. Los choques con China, la Unión Europea o la renegociación del NAFTA no han tenido más que resultados circunstanciales. A su vez, una derrota electoral en este cuadro es otra evidencia de la gran inestabilidad que atraviesan los proyectos políticos que emergen en este periodo. 

En ese mismo sentido, un próximo triunfo de Biden no plantea la resolución de ninguno de los grande problemas de las masas norteamericanas y migrantes. Por ese motivo, los amplios sectores jóvenes y precarizadxs que salen a las calles contra la represión estatal y la falta de futuro no se identifican o colocan sus expectativas en Biden, a quien vem como otro candidato del establishment imperialista que produce poco o nulo atractivo popular, a pesar del apoyo electoral que le ha otorgado el progresista Bernie Sanders. Esto último busca ser contrarrestado ahora con la nominación a vicepresidente en la fórmula de alguna de las renovadas figuras progresistas del partido.

No es dificil anticipar que se vienen meses de fuertes choques y tensiones con interrogantes que siguen abiertos. El rol de la juventud trabajadores que se organiza y se rebela, en sintonía con las resistencias en distintas partes del mundo que comienzan a reavivarse, será clave para empezar a construir otro futuro.

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