A 68 años de la muerte de Eva Duarte de Perón, reflexionamos sobre su figura y su trayectoria. Las lecciones de su vida y obra para el movimiento popular.
El 17 de octubre de 1945 nació el movimiento que dominaría gran parte de la política nacional hasta la actualidad. La figura de Perón les permitió a las clases populares argentinas superar la fragmentación. Mediante el peronismo se convirtieron en un sujeto político unificado que por primera vez se hizo un lugar gravitante en la vida política del país. Durante el peronismo, la clase trabajadora logró consolidar muchas de las reivindicaciones por las que el movimiento obrero venía luchando desde hacía décadas.
Este hecho fundacional no fue gratuito para ninguno de sus protagonistas. Los sindicalistas verían crecer su influencia y los derechos sociales de sus representados, aunque paralelamente perderían autonomía con la creciente estatización del movimiento obrero. A su vez Perón se vio al frente de un movimiento más plebeyo y radical de lo que su inicial visión corporativa de la sociedad pretendía. En adelante su poder dependería de la capacidad de movilizar el apoyo de la clase trabajadora en una creciente confrontación con distintas fracciones de la burguesía, la iglesia y las fuerzas armadas.
El peronismo, primera experiencia de gobierno con base popular, estuvo atravesado por grandes contradicciones, y también limitaciones. Arengará a las masas a combatir a la oligarquía en nombre de una doctrina que proclamaba la armonía entre las clases; dará lugar a los derechos políticos de las mujeres y organizará políticamente a miles de mujeres de los sectores populares en nombre de los valores tradicionales de la familia y la iglesia; buscará encauzar bajo la línea del Estado al movimiento obrero, al tiempo que los primeros años de gobierno se dio la mayor ofensiva sindical contra las patronales hasta el momento, logrando que los derechos sociales y laborales nuevos que figuraban en papel se hicieran reales en cada lugar de trabajo.
Prácticamente desde el inicio de la campaña política de Perón, su esposa Eva Duarte, más conocida como Evita como afectuosamente la llamaban los “descamisados”, fue parte protagónica de la nueva realidad social y del proyecto peronista. Su sola presencia en la primera fila de la política –a contramano del lugar secundario que hasta el momento habían tenido otras “primeras damas”-, y su rol activo en pos de conquistar derechos inéditos (como el voto femenino) y de visibilizar y acompañar a los sectores más humildes, ganó el odio de las clases propietarias y de la cultura tradicional, y el apoyo y admiración de gran parte del pueblo y del movimiento obrero. Su influencia se extendió más allá del propio Perón, al punto que fue “santificada” por amplias capas populares y se convirtió en la representante del ala obrera y popular del peronismo. Por eso fue la candidata del movimiento obrero organizado a acompañar como vicepresidente a Perón en 1951. Por eso fue también la principal figura que reivindicó la izquierda peronista a la hora de plantear la necesidad de desarrollar al peronismo como un movimiento de liberación nacional que pudiera abrir una perspectiva revolucionaria. Y por eso, además, su figura recobra vitalidad en un marco de creciente protagonismo de las mujeres y el movimiento feminista. Su trayectoria es parte fundamental de la historia de lucha de nuestro pueblo.
En la Secretaría de Trabajo y Previsión, junto a los nuevos sindicatos
Los primeros dos años del gobierno, se caracterizan por una intensa ofensiva sindical durante 1946-1947 contra las patronales para lograr el efectivo cumplimiento de los nuevos convenios colectivos de trabajo. El saldo de estos años de lucha va a ser una importante alza salarial y mejora de condiciones laborales. El gobierno interfiere en favor de los trabajadores, lo que a su vez le permite afirmar su base social en un contexto en el que se encuentra disputando la dirección del movimiento con los sindicalistas laboristas Cipriano Reyes y Luis Gay. Una vez que los derrota, encarcelando al primero y desplazando del cargo de secretario general de la CGT al segundo, busca una cúpula de la CGT que modere las demandas obreras. Una vez disuelto el partido laborista se conforma el partido peronista con sus tres ramas: la política, la sindical y la femenina, esta última va a ser impulsada principalmente por Eva Perón.
Para 1947, Evita se encontraba en la Secretaría de Trabajo y Previsión, donde recibía delegaciones obreras de todo el país, gestionando todo tipo de iniciativas y reclamos, organizando nuevos sindicatos, participando en las negociaciones colectivas, asistiendo a las asambleas en las fábricas, o simplemente recibiendo donaciones de los sindicatos. Por medio del contacto diario con dirigentes sindicales intermedios que se postulaban como peronistas, continúa el trabajo de estatización y peronización del movimiento obrero que desempeñaba Perón al frente de la misma secretaria años atrás. Perón se sirve de este trabajo para ir remplazando a los sindicalistas con tendencias más autonomistas por otros que se mostraban más predispuestos a seguir las orientaciones de arriba.
Desde el punto de vista de los obreros la función de Evita en este período, como en años posteriores, consistía en facilitar la organización de nuevos gremios agilizando el papeleo en el Ministerio de Trabajo; respaldar a los sectores peronistas en todo conflicto gremial y asegurar que pudieran construir sus sedes sindicales, sus clínicas y proveedurías como querían hacerlo, consiguiendo para ello subsidios, materiales o mano de obra para su construcción u operación; propulsar sus escuelas de capacitación; recomendar el nombramiento de gremialistas al Parlamento en las negociaciones previas a la firma de un convenio colectivo de trabajo; apoyar las demandas por mejores escalafones, mayores seguros contra accidentes, vacaciones, licencias extraordinarias, etc. Finalmente, por intermedio de su Obra de Ayuda Social y sobre todo una vez que organiza la Fundación Eva Perón, construir hoteles, hospitales, colonias de vacaciones y barrios de viviendas obreras para ellos y sus familias.
Por los derechos políticos de las mujeres
Desde el inicio de su carrera política, en el marco de la primera campaña presidencial, Evita fue una defensora militante de la igualación en derechos políticos para las mujeres. El sufragio femenino fue incluido en la plataforma electoral de 1946, y tras el triunfo peronista fue Evita la principal promotora de que esa promesa se transforme en ley, a contramano incluso de los propios parlamentarios oficialistas que tardaron un año y medio en aprobar la Ley 13.010, sancionada finalmente en septiembre de 1947. De esta forma, al igual que en el terreno laboral, de la mano de Evita el peronismo abría la posibilidad de concretar derechos que contaban con años de lucha por parte del movimiento feminista nacional e internacional, al garantizar la igualdad de derechos políticos.
Este avance, fue acompañado por otros derechos, como la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida, que fueron incluidos en la Constitución de 1949 también por militancia de Eva Perón.
A su vez, a mediados de 1949 se convertirá en presidenta del Partido Peronista Femenino en un acto en el Teatro Nacional Cervantes donde asistieron mil delegadas. En su discurso afirma que las mujeres son “doblemente víctimas de todas las injusticias” en el hogar y las fábricas. Que con Perón se habían conquistado la justicia social y el reconocimiento de sus derechos políticos, y que las mujeres como la “fuerza moral” del pueblo, debían organizarse políticamente y luchar por la defensa del gobierno, así como seguir con fidelidad la doctrina, obra y personalidad de Perón.
El Partido Peronista Femenino era fuertemente verticalista y centrado en la figura de Evita. Ella personalmente seleccionó un grupo de veintitrés delegadas encargadas de levantar en todo el país un censo de las mujeres peronistas susceptibles de ingresar al partido, para luego organizar unidades básicas y ponerlas en funcionamiento. Éstas funcionaban como centros de formación política, difusión de cultura, cursos de dactilografía y actuaban como núcleos de acción comunitaria, recaudando información para la Fundación Eva Perón. Se calcula que llegaron a levantarse 3600 unidades básicas.
Su tarea proselitista fue en verdad muy exitosa, aunque nada fácil. Para atraer a las mujeres a la participación debieron vencer la enorme timidez y las prevenciones que tenían ellas mismas — especialmente las más pobres— a la hora de intervenir en un ámbito que se reconocía como masculino. En no pocas ocasiones debían enfrentar la oposición de padres y maridos. Por ello, en parte para sortear esos obstáculos y en parte por las propias ideas que orientaban al gobierno, no se convocó explícitamente a las mujeres a involucrarse en “política”, sino más bien en actividades “asistenciales”. Pero aun así, bajo el rótulo y la concepción que fueren, el Partido Peronista Femenino significó la primera incursión masiva de las mujeres de clases populares en política.
El Partido Peronista Femenino se constituyó como la tercera pata del movimiento y reclamó para sí 23 diputadas, 6 senadoras y otras 77 representantes en las legislaturas provinciales, llegando a un número de legisladoras inédito para la época en cualquier país del mundo, y que solo se superaría en Argentina a finales de los 90 con la ley de cupo femenino.
Ideas políticas de Eva Perón
Desde el inicio, el discurso de Evita es antioligárquico: divide el mundo entre oligarquía y pueblo, bajo la idea de que antes de la llegada de Perón el pueblo era explotado por la oligarquía en un capitalismo deshumanizado y que gracias al general había finalizado la explotación, pero la oligarquía se encontraba al acecho.
Esa orientación se enmarca en el fundamento ideológico del peronismo de los 40 y 50, que era la Tercera Posición, según la cual se buscaba superar los excesos del “absolutismo estatal” (comunismo) y el “individualismo absoluto” (democracia liberal). Esta tercera posición se plantea como la combinación armónica y equilibrada de las fuerzas sociales para evitar su mutuo aniquilamiento y tratar de conciliarlas, unirlas y ponerlas en marcha para que el Estado, el Capital y el Trabajo se pusieran a construir un destino común sin prejuicio de ninguno. En este esquema Perón debía ser reconocido como el líder único e indiscutido y Evita es una de las principales impulsoras del culto a la personalidad del líder.
En lo que respecta al rol de la mujer y sus derechos, el lugar de Evita fue muy relevante, aunque también marcado por contradicciones. Su protagonismo en la política, ocupando –por primera vez en nuestro país- un rol central en campañas electorales, discursos multitudinarios y definiciones de gobierno, la transforman en una figura disruptiva que se hizo lugar en medio de una sociedad con fuertes rasgos tradicionalistas y machistas. Su trayectoria, de origen humilde e hija “natural”, con un pasado como actriz, luego “segunda esposa” de Perón, y militante por la igualdad de derechos, no hizo más que exacerbar el odio de los sectores más tradicionales de la sociedad por ello. Pero Evita no era una militante formada en el feminismo que cuestionaba también otros parámetros de la opresión de género, sino una mujer que, en primera persona, abría paso, pero que cargaba también con las visiones de una sociedad tradicional. Por eso, el lugar de la mujer en la sociedad que planteaba Evita en sus discursos y en “La razón de mi vida”, era el de mujer/madre. Cuando esta trabajaba fuera de la casa “se masculinizaba”, por lo cual, el lugar natural de la mujer era el hogar.
Esto se daba en un contexto, además, en el que el gobierno veía con preocupación el fenómeno de desnatalidad, por lo cual en el primer plan quinquenal estaban contempladas medidas como campañas nacionales contra la desnatalidad, el mantenimiento indisoluble del matrimonio (luego modificado en el enfrentamiento con la iglesia), la criminalización del aborto, la validación del matrimonio religioso, el aumento del salario familiar y subsidios a familias numerosas. Todas medidas que implícitamente definían a las mujeres como seres humanos con una función social fundamental: la maternidad al servicio de la nación, para aumentar la tasa de natalidad, que llegó a su punto más bajo en 1945. Esta concepción de la familia también tuvo efectos beneficiosos para las mujeres y les niñes, como la igualación jurídica de los hijos “legítimos” y los extra matrimoniales.
En este marco, de orientaciones en donde convivían pautas tradicionalistas y apertura de derechos, es evidente que el accionar de Eva Perón destruyó mucho de los prejuicios que impedían la participación de las mujeres en política, y jugó un rol activo en la ampliación de su protagonismo.
Mi mensaje
Frente a la campaña electoral de 1951, la CGT convocó a un Cabildo Abierto para lanzar la fórmula presidencial Perón-Perón el 22 de agosto en la avenida 9 de julio. El planteo de que Evita fuera la compañera de fórmula de Perón significaba fortalecer una perspectiva popular y combativa en el centro del poder político, en desmedro de otras líneas internas más conservadoras del propio peronismo. Este hecho da cuenta de que Eva Perón ya expresaba –como lo veían los dirigentes sindicales- una línea de defensa de derechos y de profundización de las conquistas para las mayorías. El planteo causó un cisma en el seno del peronismo, y finalmente el 31 de agosto, frente a las presiones de las fuerzas armadas y su crítico estado de salud, Evita anunció por la radio su “renunciamiento histórico” a la candidatura.
A su vez, ya para entonces se viven las presiones de la derecha que busca tumbar al gobierno peronista. El 28 de septiembre de 1951 estalla un levantamiento dirigido por el general Menéndez, a las pocas horas derrotado por los militares fieles al gobierno en Córdoba, la CGT llama a huelga general y movilización en apoyo al gobierno. Evita al día siguiente, en una reunión con funcionarios y con el comandante en jefe del ejercito, Humberto Sosa Molina, decidió comprar 5000 pistolas automáticas y 1500 ametralladoras con el dinero de la Fundación Eva Perón, que serian entregadas a los obreros ante un eventual nuevo levantamiento militar.
Posteriormente en su libro Mi mensaje explicitará su voluntad de lucha:
“No hay nada que sea más fuerte que un pueblo. Lo único que se necesita es decidirlo a ser justo, libre y soberano. ¿Los procedimientos? Hay mil procedimientos eficaces para vencer: con armas o sin armas, de frente o por la espalda, a la luz del día o a la sombra de la noche, con un gesto de rabia o con una sonrisa, llorando o cantando, por los medios legales o por los medios ilícitos que los mismos imperialismos utilizan en contra de los pueblos. Yo me pregunto: ¿qué pueden hacer un millón de acorazados, un millón de aviones y un millón de bombas atómicas contra un pueblo que decide sabotear a sus amos hasta conseguir la libertad y la justicia? Frente a la explotación inicua y execrable, todo es poco. Y cualquier cosa es importante para vencer”.
Para ese entonces ya su salud comienza deteriorarse fuertemente. Resulta interesante retomar su segundo libro, que dictó desde su lecho de muerte: Mi mensaje, en el que puede hallarse un pensamiento más propio de Evita a diferencia de La razón de mi vida, que tuvo una fuerte intervención estatal con fines propagandísticos.
En Mi mensaje podemos encontrar una fundamentación de su accionar político, definiendo quienes son los amigos y principalmente quienes son los enemigos del pueblo. En primer lugar ubica al imperialismo norteamericano y a la oligarquía:
“El arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos sabemos lo que es morir de hambre. El talón de Aquiles del imperialismo son sus intereses. Donde esos intereses del imperialismo se llamen “petróleo” basta, para vencerlos, con echar una piedra en cada pozo. Donde se llame cobre o estaño basta con que se rompan las máquinas que los extraen de la tierra o que se crucen de brazos los trabajadores explotados… ¡No pueden vencernos! Basta con que nos decidamos. Así quiso que fuese Perón entre nosotros y vencimos. Ya no podrán jamás arrebatarnos nuestra justicia, nuestra libertad y nuestra soberanía. Tendrían que matarnos uno por uno a todos los argentinos. Y eso ya no podrán hacerlo jamás”
“Pero más abominable aún que los imperialistas son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan (…) ‘No podemos hacer nada’, decían. Los he oído muchas veces; en todos los tonos de la mentira. ¡Mentira! ¡Sí! ¡Mil veces mentira…! Hay una sola cosa invencible en la tierra: la voluntad de los pueblos. No hay ningún pueblo de la tierra que no pueda ser justo, libre y soberano. ‘No podemos hacer nada’ es lo que dicen todos los gobiernos cobardes de las naciones sometidas. No lo dicen por convencimiento sino por conveniencias”.
Luego el eje es puesto en las altas jerarquías de las fuerzas armadas:
“Somos más fuertes que todas las fuerzas armadas de todas las naciones juntas. Podrán vencernos un día, en la noche o de sorpresa, pero si al día siguiente nos largamos a la calle, o nos negamos a trabajar, o saboteamos todo cuanto ellos quieran mandar; tendrán que resignarse a devolvernos la libertad y la justicia. Si toda esta resistencia puede organizarse, mejor; si no, lo mismo venceremos con tal de que tengamos plena conciencia de nuestro poderío soberano”.
Y a su vez, a las altas jerarquías de la iglesia las acusa de estar vendidos a la oligarquía:
“Les reprocho haber abandonado a los pobres, a los humildes, a los descamisados, a los enfermos, y haber preferido en cambio la gloria y los honores de la oligarquía. Les reprocho haber traicionado a Cristo que tuvo misericordia de las turbas. Les reprocho olvidarse del pueblo y haber hecho todo lo posible por ocultar el nombre y la figura de Cristo tras la cortina de humo con que lo inciensan. Yo soy y me siento cristiana. Soy católica, pero no comprendo que la religión de Cristo sea compatible con la oligarquía y el privilegio. Esto no lo entenderé jamás. Como no lo entiende el pueblo. El clero de los nuevos tiempos, si quiere salvar al mundo de la destrucción espiritual, tiene que convertirse al cristianismo. Empezar por descender al pueblo. Como Cristo, vivir con el pueblo, sufrir con el pueblo, sentir con el pueblo”.
Y hacia el interior del movimiento advierte sobre los caudillos provinciales y los sindicalistas que dicen servir al pueblo pero solo sirven a sus intereses. Sobre ellos dice:
“los tibios, los indiferentes, las reservas mentales, los peronistas a medias, me dan asco. Me repugnan porque no tienen olor ni sabor. Frente al avance permanente e inexorable del día maravilloso de los pueblos también los hombres se dividen en los tres campos eternos del odio, de la indiferencia y del amor. Hay fanáticos del pueblo. Hay enemigos del pueblo. Y hay indiferentes. Estos pertenecen a la clase de hombre que Dante señaló ya en las puertas del infierno. Nunca se juegan por nada. Son como ‘los ángeles que no fueron ni fieles ni rebeldes’”.
“Los pueblos deben cuidar a los hombres que elige para regir sus destinos. Y deben rechazarlos y destruirlos cuando los vean sedientos de riqueza, de poder o de honores. La sed de riquezas es fácil de ver. Es lo primero que aparece a la vista de todos. Sobre todo a los dirigentes sindicales hay que cuidarlos mucho. Se marean también ellos y no hay que olvidar que cuando un político se deja dominar por la ambición es nada más que un ambicioso; pero cuando un dirigente sindical se entrega al deseo de dinero, de poder o de honores es un traidor y merece ser castigado como un traidor. El poder y los honores seducen también intensamente a los hombres y los hacen ambiciosos. Empiezan a trabajar para ellos y se olvidan del pueblo. Esta es la única manera de identificarlos. El pueblo tiene que conocerlos y destruirlos. Solamente así, los pueblos serán libres. Porque todo ambicioso es un prepotente capaz de convertirse en un tirano. ¡Hay que cuidarse de ellos como del diablo!”
Mi mensaje, a diferencia de La razón de mi vida, no fue publicado masivamente, por sus fuertes críticas a la las fuerzas armadas, a las altas jerarquías de la Iglesia y por su discurso incendiario. Expresa, sin embargo, la profundización de un punto de vista de compromiso con la lucha popular, en donde se refleja el lugar asumido por Evita como expresión de una perspectiva de radicalización de un proyecto nacional popular, afirmando su vínculo con la clase trabajadora y su choque con los principales representantes de las clases dominantes.
Muerte de Evita y devenir del primer peronismo
Luego de la muerte de Evita y ante la crisis económica Perón opta por un control más rígido de la CGT, recurrir a la inversión extranjera, aumentar la productividad del trabajo, frenar la distribución del ingreso congelando precios y salarios por dos años. Para ello forzó la renuncia de la comisión directiva de la CGT, convirtiendo a la central en un vocero de la política salarial del gobierno, profundizando su alejamiento con la base.
Durante el segundo gobierno de Perón, si bien seguirá contando con la adhesión de amplios sectores populares, este apoyo se irá enfriando. En 1954 el país se verá conmocionado por todo tipo de huelgas una vez finalizado el congelamiento de salarios y precios por dos años. En 1955 Perón pondrá todo su capital político en el Congreso de la Productividad para aumentar la productividad del trabajo, logrando pocos resultados relevantes frente a los bloqueos de una CGT con poca autonomía pero que reflejaba el rechazo de las bases.
Luego del golpe de 1955 y la ofensiva gorila, la identificación de la clase obrera con el peronismo se revitalizará en la Resistencia y desarrollará en las siguientes dos décadas un proceso de acumulación que recrudecerá la lucha de clases, más allá de las maniobras de la burocracia sindical. Esta naturaleza ambigua, que expresa a su vez una dinámica de radicalización, podemos hallarla en el último capítulo de Mi mensaje de Eva Peron llamado Una sola clase:
“Los dirigentes sindicales y las mujeres que son pueblo puro no pueden, no deben entregarse jamás a la oligarquía. Yo no hago cuestión de clases. Yo no auspicio la lucha de clases, pero el dilema nuestro es muy claro: la oligarquía que nos explotó miles de años en el mundo tratará siempre de vencernos. Con ellos no nos entenderemos nunca, porque lo único que ellos quieren es lo único que nosotros no podremos darle jamás: nuestra libertad. Para que no haya luchas de clases, yo no creo, como los comunistas, que sea necesario matar a todos los oligarcas del mundo. No, porque sería cosa de no acabar jamás, ya que una vez desaparecidos los de ahora tendríamos que empezar con nuestros hombres convertidos en oligarcas, en virtud de la ambición, de los honores, del dinero o del poder. El camino es convertir a todos los oligarcas del mundo: hacerlos pueblo, de nuestra clase y de nuestra raza. ¿Cómo? Haciéndolos trabajar para que integren la única clase que reconoce Perón: la de los hombres que trabajan. El trabajo es la gran tarea de los hombres, pero es la gran virtud. Cuando todos sean trabajadores, cuando todos vivan del propio trabajo y no del trabajo ajeno, seremos todos más buenos, más hermanos, y la oligarquía será un recuerdo amargo y doloroso para la humanidad. Pero, mientras tanto, lo fundamental es que los hombres del pueblo, los de la clase que trabaja, no se entreguen a la raza oligarca de los explotadores. Todo explotador es enemigo del pueblo. ¡La justicia exige que sea derrotado!”
Evita fue una mujer del pueblo que se lanzó apasionadamente a la política para ponerse al servicio de su pueblo. Sus éxitos y limites son los que le impusieron su época y su corta vida: el 26 de julio de 1952 su cuerpo sucumbirá ante la enfermedad. El odio visceral de la oposición gorila se verá en sus pintadas que dirán “¡Viva el cáncer!”. Pero su velatorio será el más masivo de la historia argentina con dos millones de personas haciendo fila para despedir sus restos, los sectores populares la lloraran amargamente. Tras el golpe del 55 su cuerpo será secuestrado por los militares, para luego de 19 años de manipulaciones y traslados terminará en el cementerio de la recoleta.
A pesar del bastardeo histórico, su figura fue y sigue siendo una referencia ineludible para las grandes mayorías populares de nuestro país, y un símbolo para todos y todas aquellas que, desde el peronismo, se propusieron y proponen desarrollar un proceso de radicalización para alcanzar las conquistas y derechos que nuestra sociedad, y aún las propias experiencias peronistas, dejaron pendientes. Recuperar su legado en todas sus contradicciones es una acción necesaria para todas y todos los que hoy nos proponemos luchar por el triunfo del pueblo y su liberación.
“Es lindo vivir con el pueblo. Sentirlo de cerca, sufrir con sus dolores y gozar con la simple alegría de su corazón. Pero nada de todo eso se puede si previamente no se ha decidido definitivamente encarnarse en el pueblo, hacerse una sola carne con él para que todo dolor y toda tristeza y angustia y toda alegría del pueblo sea lo mismo que si fuese nuestra. Eso es lo que yo hice, poco a poco en mi vida”.
Eva Perón