Por Ismael Jalil
Facundo Molares Schoenfeld, el fotoperiodista argentino herido y detenido en Bolivia cuando el golpe cívico-militar-policial de 2019, fue liberado. El Tribunal de Sentencia de Montero de la ciudad de La Paz, emitió la orden de libertad y finalmente se logró su repatriación.
Su detención se sumaba a la de otros hermanos bolivianos (más de mil aún mantienen esa condición) y completa el macabro cuadro represivo junto a las masacres de Senkata y Sacaba, que muestran todo el racismo y la naturaleza supremacista de la derecha facciosa.
Un año atrás, mientras se concretaba el golpe derechista que en La Paz desplazó a Evo Morales, en las agitadas calles de Santa Cruz de la Sierra, Facundo fue gravemente herido con disparos de armas de fuego en su cabeza. Trasladado al hospital local, en completo estado de inconsciencia e indefensión, recibió severísimas imputaciones que derivaron en una cerrada y vejatoria detención.
Facundo no sólo fue privado de toda comunicación (su padre llegó a visitarlo y fue expulsado de Bolivia bajo la amenaza de terminar igual que su hijo), además, se le negó la atención sanitaria necesaria, por lo que el riesgo de vida fue una constante. Contra toda recomendación médica, se lo trasladó a una cárcel de máxima seguridad en Chonchocoro, a miles de metros de altura, y en el que contrajo COVID-19, agravándose su ya delicado estado de salud.
Desde entonces, el reclamo por su libertad en Bolivia, en Argentina y en el resto del mundo se alzó como un sólo puño.
El pasado 18 de Octubre, el triunfo del Pueblo del Estado Plurinacional de Bolivia fue el detonante. Un horizonte de justicia hizo que todos los pueblos de Nuestramérica celebremos con él.
Sin dudas que la decisión del gobierno argentino de dar refugio a Evo Morales (y muchxs de sus compañerxs) significó un paso trascendental para ese triunfo y para esta libertad que hoy celebramos.
Pero en primer lugar están todas las batallas dadas –entre otros- por el padre de Facundo, el comité por su libertad y la tarea de la Delegación Argentina por los DDHH que viajó a Bolivia en pleno golpe.
A no dudar que antes que nada, se trata de un triunfo de los que luchan. Y sobre todo de aquellos que lo hicimos en UNIDAD, dejando de lado delimitaciones tan inconducentes como absurdas.
Se pudo demostrar que se trataba de un preso político tal como lo reconoció expresamente el compañero Evo Morales marcando el camino a nuestro propio gobierno.
Y finalmente porque lejos de las medias tintas, hubo en el nuevo gobierno boliviano decisión y firmeza para calificar la causa como un burdo armado carente de todo respaldo legal y fáctico (en palabras del propio ministro de Justicia recién asumido). Una perfecta conjunción entre lo que se postula y lo que se ejecuta.
No hay ni puede haber democracia con presos políticos.
La derecha en América Latina ha tenido en la dictadura de Añez y en su socio, el gobierno de Mauricio Macri –entre otros- la prueba de lo que es capaz de hacer con quienes no sólo denuncian la desigualdad sino que además la combaten. Los presos que han caído en las trampas que tiende un estado de excepción son presos políticos. Debería anotarlo nuestro propio gobierno a la hora de registrar el caso Milagros Sala
Facundo Molares Schoenfeld está entre nosotros y es el fruto de la UNIDAD de los que luchan.
Es probablemente, una de las mejores noticias del año.