Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América, estudiar sus fuerzas y revelárselas, pagar a los pueblos el bien que me hacen: este es mi oficio. Nada me abatirá; nada me lo impedirá.

José Martí.

José Martí fue uno de los grandes organizadores e ideólogos de la guerra de independencia cubana, pero por su prematura muerte, el fracaso de la revolución del 95 por la ocupación militar norteamericana y el establecimiento de una República semicolonial, lo relegaron a un segundo plano. Pero eso solo fue hasta que la situación de fuerte agitación social de la década de 1920 hace revivir su pensamiento en las nuevas generaciones militantes que se enfrentan a la dictadura de Machado. Julio Antonio Mella, uno de los fundadores del Partido Comunista Cubano y uno de los jóvenes revolucionarios más destacado de su generación fue un atento lector de Martí.

El movimiento revolucionario cubano qué surgió desde el asalto del cuartel Moncada se identificaba plenamente con el pensamiento del revolucionario del siglo XIX. Haydee Santa María expresó: “fuimos al Moncada siendo martianos , hoy somos marxistas y no hemos dejado de ser martianos, porque no hay contradicción en esto, por lo menos para nosotros y con profundas raíces martianas hoy consideramos y creemos que somos marxista”

Pensar desde Nuestra América

José Julián Martí Pérez nació en La Habana el 28 de enero de 1853. En 1866 se matricula en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Ingresa también en la clase de Dibujo Elemental en la Escuela Profesional de Pintura y Escultura de La Habana, más conocida como San Alejandro.

El 21 de octubre de 1869, con solo 16 años, es detenido por el ejercito español por su participación en el movimiento independentista. Ingresa en la Cárcel Nacional y el 4 de marzo de 1870 fue condenado a seis años de prisión, pena posteriormente conmutada por el destierro a Isla de Pinos, lugar al que llega el 13 de octubre. El 18 de diciembre sale hacia La Habana y el 15 de enero de 1871, por gestiones realizadas por sus padres, logró ser deportado a España. Allá comienza a cursar estudios en las universidades de Madrid y Zaragoza, donde se gradúa de Licenciado en Derecho Civil y en Filosofía y Letras.

De España se traslada a París, por breve tiempo. Pasa por Nueva York y llega a Veracruz el 8 de febrero de 1875, donde se reúne con su familia. Entre 1875 a 1879 se desarrolla su estadía en México y Guatemala. En estos años entre sus trabajos periodísticos y como catedrático en literatura e historia de la Filosofía comienza a madurar su pensamiento latinoamericanista.

En México reflexiona acerca del modelo económico que debe seguir ese país:

(…) pero también es cierto qué México tiene conflictos suyos a los que de una manera suya debe juiciosa y originalmente atender. La imitación servil extravía, en economía, como literatura y en política. Un principio debe ser bueno en México porque se aplicó con buen éxito en Francia. Asiénste esto a veces, sin pensar que esto provoca una pregunta elocuente ¿Es la situación financiera de México igual a la de Francia? ¿Se producen las mismas cosas? ¿Están los dos países en iguales condiciones industriales? Debe haber en la aplicación del principio económico relación igual a la relación diferencial que existe entre los dos países. Así con los Estados Unidos, con Inglaterra y Alemania(…)

El joven liberal José Martí mientras aplaudía lo que consideraba intentos positivo de aplicar el modelo creado en Europa y Estados Unidos en los distintos países de latinoamericanos, se planteaba la especificidad Latinoaméricana, que contaba con raíces históricas y sociales que la diferenciaban de los países industriales.

Por este camino Martí toma cosnciencia de las contradicciones entre el modelo liberal y la realidad local, comenzando un proceso de distanciamiento del liberalismo que culmina en 1890.

A partir de este creciente cuestionamiento a un modelo universal que lleva al desarrollo, es indistintamente el pueblo en que se aplique. Comienza una visión propia que contrasta con las visiones de los intelectuales liberales, cuya posición alcanza su síntesis en la concepción sarmientina de la lucha entre la barbarie, representada por los indios, los negros, los mestizos, contra la civilización, encarnada en Europa occidental y principalmente Estados Unidos.

La concepción martiana se aleja de esta dicotomia y plantea otra visión, en la que América Latina es una síntesis entre lo europeo y lo nativo. En su ensayo más importante, “Nuestra América”, plantea que la lucha es entre naturaleza y falsa erudición. La primera representada por los originarios, más cercanos a la naturaleza según él y la falsa erudición, representada por intelectuales locales que buscan importar modelos extranjeros que no toman en cuenta la evolución histórica de este continente. Por eso la colonia continuó viviendo en las repúblicas. Las élites criollas remplazaron a las españolas en su dominación sobre el indio, el negro, el campesino. Para Martí todos estos elementos de la nación deben integrarse. La modernización no debe contraponerse a la tradición, a lo autóctono, sino integrarse, ya que lo autóctono era una de las expresiones de lo universal. Con esta formulación evitaba caer en un tradicionalismo esencialista retrógrado o en un universalismo abstracto que no tome en cuenta las tradiciones locales.

En sus escritos en Guatemala afirma:

(…) Toda obra nuestra, de nuestra América robusta, tendrá, pues, inevitablemente el sello de la sociedad conquistadora; pero mejorará, adelantará y asombrará con la energía y creador empuje de un pueblo en esencia distinto, superior en nobles ambiciones, y si herido, no muerto. ¡Ya revive! (…)

Pero lo que une a los países latinoamericanos no es solo una identidad histórica y étnico cultural en común, sino también la creciente amenaza de los Estados Unidos. En la conferencia internacional americana de Washington de 1889 identifica claramente las intenciones hegemonistas del norte sobre el sur:

(…) Jamás hubo en América, de la independencia hasta acá, asunto que requieran más sensatez, ni obligué a más vigilancia, ni pida exámen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repleto de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar los tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América Española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad que haya llegado para la América española, la hora de declarar su segunda independencia (…)”

Organización de la revolución y proyecto continental

De este análisis estructural de la realidad latinoamericana se desprende su proyecto político.

Frente al peligro del expansionismo norteamericano se hacía necesario que Cuba se independizara del colonialismo español, ir en ayuda de Puerto Rico y junto con República Dominicana ser la primera barrera al imperialismo norteamericano, en un proyecto de unidad continental más amplio.

Para llevar adelante esto era fundamental unir a todas las fuerzas revolucionarios cubanas dispersas luego de la guerra del 68, en la que los independentistas cubanos fueron derrotados y se encontraban divididos en distintas facciones en lucha por la dirección del movimiento revolucionario.

Uno de los debates principales es la cuestión de quién dirige la guerra revolucionaria, si los civiles o los militares. El problema del caudillismo y el regionalismo, tan frecuente, debilita la causa de la independencia, sobre todo después de 1868.

Martí no se ubicaba en ninguna de las dos posiciones, para él la guerra se organiza y se dirige con la organización de un partido político para unir a los civiles y los militares, fundar clubes entre los exiliados, elegir delegados, recaudar fondos y organizar la guerra revolucionaria.

El 30 de noviembre de 1887 un grupo de exiliados cubanos fundan una Comisión Ejecutiva, de la cual fue elegido presidente Martí, encargada de dirigir las actividades organizativas de los revolucionarios. En enero de 1892 redactó las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano. El 8 de abril de 1892 resultó electo Delegado de esa organización, cuya constitución fue proclamada dos días después, el 10 de abril de 1892. El 14 de ese mes fundó el periódico Patria, órgano oficial del Partido. Ya no se trata de la acción de militantes dispersos que se mancomunan en la práctica política, sino en un partido con sus células de base y clubes regionales que unifican a todxs lxs que participan del ideal revolucionario.

Para Martí el partido no es para una persona o para un grupo en particular, es para promover institucional y organizadamente la participación política de todxs lxs cubanxs que comparten el ideal independentista sin ningún tipo de diferenciación por el color de piel.

Para debilitar el frente colonial plantea una amplia alianza que una a todxs lxs cubanxs, al margen de su posición social, la unión sin distinción de piel, la unión de lxs emigradxs, de las regiones occidental y oriental de Cuba y la unión de las nuevas generaciones con las viejas. Para así aislar a las posiciones reformistas y anexionistas.

El rápido crecimiento del PRC se explica porque se partía de las formas asociativas enraizadas en la tradición de los emigrados, permitiéndose cualquier manera de organizarse y actuar siempre y cuando se contribuyera a los fondos de guerra, se aceptara el rol de la dirección en la estrategia, las bases y los estatutos del partido. Por lo tanto, cada patriota, cada grupo de emigradxs y cada localidad se sintieron convocados a unirse, sin abandonar sus intereses e ideas particulares, en nombre del ideal común de liberar la patria, con un margen de autonomía muy grande y con independencia de sus posturas ideológicas, siempre que admitieran este programa mínimo, que fueron las bases del partido.

La estructura organizativa del partido, con sus bases y estatuto, prefiguraba la organización de la futura república cubana, para evitar el desorden social y la tiranía. Por medio de la elección anual de representantes partidarixs (tesorero, delegado, cuerpos de consejeros) el estatuto reconoce que cada cubanx revolucionarix tiene el derecho de elegir la persona que lo representará en el partido, incluso la selección de los altos jefes militares estaba sometida a elección.

Lucha anticolonial y “Nueva República”.

En Martí podemos encontrar que la acción revolucionaria debe no solo sacar a España de Cuba, sino sacarla de las costumbres:

(…) De España hemos de ser independientes. De la ignorancia en que España ha dejado a nuestro campesino precoz y al cubano de padres de África. Y de los vicios sociales, tales como el despotismo y la soberbia de nuestro opinión, la falta de respeto a la opinión ajena y el indómito señorío que, por el hábito de él, y por el deseo natural de él en quien nunca lo ejercieron, quedan, como trastorno principal de la república naciente, en los países compuestos por la esclavitud, y moldeados, desde las uñas al pelo, sobre ella (…)”

En los escritos de Martí se encuentran los siguientes puntos programáticos:

1_ Los elementos más desposeídos, obreros, campesinos pobres y trabajadores agrícolas tendrían mecanismos para participar activamente en la gestión gubernamental.

2_ los militares serían una fuente de seguridad ante el exterior y no una fuerza política sobre los gobiernos

3_ El Estado asumirá algunas funciones económicas para garantizar el desarrollo de la economía nacional

4_ El gobierno seguiría una política exterior encaminada a promover la unión entre los países latinoamericanos y el enfrentamiento a los Estados Unidos

Cuando Martí habla de la república es frecuente que no se esté refiriendo solo a una forma de gobierno, sino también para denotar el nuevo tipo de sociedad.

Se trataba de que la colonia no continuase viviendo en la república a través de la implantación de modelos políticos y de organizaciones sociales que perpetuasen el hábito de mando de los opresores, como había sucedido en las nuevas repúblicas latinoamericanas, en las que los criollos habían reemplazado a los españoles en su rol de opresores. Había que situarse del lado de los oprimidos, del “hombre natural”, del indio, del negro, del campesino.

Pensaba que la tierra era la base esencial de la riqueza y que no podía estar concentrada en pocas manos. Una clase de propietario campesino sería el bastión de una nación de base agrícola que habría de desarrollarse mediante la diversificación productiva y de mercados, cuya industria habría de fundamentarse en sus capacidades agrícolas. Sobre tal esquema económico la república debería brindar la educación que permitiese una agricultura de alta productividad.

La sociedad moderna se asentaría sobre sus propias bases de autoctonía, mediante la adopción de un sistema político y social original, y no la reproducción de lo que ya funcionaba en otras partes del orbe.

El surgimiento de una Cuba y un Puerto Rico libres y socialmente justos serían un primer dique de contención frente a las pretensiones expansionistas de Estados Unidos hacia la región centroamericana y antillana y su avance hacia el sur del continente.

Estos problemas planteados por José Martí siguen presentes hoy día. La violencia racista heredada de la Colonia, la dominación norteamericana, las fórmulas neoliberales que prometen un desarrollo seguro en cualquier lugar en el que se apliquen, no han perdido vigencia. Contra ellos es necesario adecuar la formas organizativas en las que debe darse la lucha antiimperialista y poner en marcha un proyecto continental como condición fundamental para alcanzar la segunda independencia.

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