Bajo los #CaravanaPorLaLibertad y #CuarentenaInteligente, el día sábado 30 de realizaron convocatorias en todo el país tendientes a cuestionar el aislamiento social obligatorio que viene sosteniendo el gobierno nacional en el marco de la pandemia del COVID-19. El marco en el que estas movilizaciones se realizaron está dado por el número creciente de casos que día a día se vienen registrando, principalmente en el AMBA. El relativamente acotado número de manifestantes por el momento, no debe, sin embargo, llevarnos a una subestimación de estas acciones motorizadas en las redes, por los sectores de derecha más rancios de nuestra sociedad.
Sin ir más lejos, hace sólo una semana, también tuvo lugar una concentración similar en Plaza de Mayo y algunas semanas atrás, sin duda la más desopilante, bajo el rótulo de “No queremos el comunismo”. Si bien es inevitable tentarse ante enunciados tan nefastos y defasados, que incluso llegan a negar la existencia de una pandemia, cada una de estas medidas, cada vez más cercana en el tiempo, son pruebas tendientes a evaluar si hay o no un terreno fértil para ir madurando posiciones cada vez más derechistas en el escenario político argentino.
Estas convocatorias no deben ser pensadas de manera aislada. Los últimos meses han tenido muestras de sobra al respecto. Sin lugar a dudas, la más reaccionaria en su contenido y tambi´pen la más alarmante por su masividad, fue el cacerolazo pidiendo que “no se liberen criminales” ante las medidas de la justicia para otorgar prisión domiciliaria a un escasísimo número de detenidos tras los motines que se desataron en diversos penales por las condiciones sanitarias deplorables y el hacinamiento que convierten a las cárceles en verdaderas bombas en el marco de la pandemia. El entusiasmo con el que una parte considerable de la población de varias ciudades de nuestro país abrazaron una campaña plagada de fake news y discurso exacerbados de odio de clase no debe ser un dato que se nos pase por alto en medio de las risas por “el combate contra el comunismo”. Si vamos más atrás también podemos recordar los ruidazos pidiendo que se bajen los sueldos los políticos, luego del cruce entre Alberto Fenández y el dueño de Techint, Paolo Rocca, también instrumentado desde los grandes medios en un apoyo solapado a los grandes empresarios. En la misma cadena pueden entrar los dichos de referentes del PRO como Laura Alonso contra la llegada de los médicos cubanos. Es decir, más allá de las risas, la derecha que no entro de rodillas al ciclo político abierto en diciembre, ve en la crisis y en sus efectos una posibilidad.
No es novedad que las derechas busquen capitalizar crisis económicas. En otro contexto claro y como expresión más extrema, el nazismo tras la crisis de pos-guerra y el crack del 29 en Alemania. Pero más recientemente, Trump y la crisis del 2008 en EE.UU, el crecimiento de VOX en España en el mismo contexto, Boris Johnson en Inglaterra y nuestro vecino Bolsonaro en Brasil. También él apareció con discursos desopilantes (y escalofriantes) en un principio, reivindicando a los militares torturadores y denunciando los planes comunistas de Dilma Roussef. Hoy continúa con ellos, gobernando un país que se hunde en una crisis humanitaria sin precedentes, pero que sin embargo aún no evidencia que tras esto deje de gobernar. Si no lo evidencia, es porque justamente el modo en que su gobierno abordo la pandemia fue más estrechamente ligado a los intereses patronales.
El modelo Bolsonaro entonces, es al que, en todos sus rasgos, buscan imitar los derechistas vernáculos. Algunos con menos capital político, como el caso de Espert, otros, recién salidos de una experiencia de gobierno, sin cargos y por lo tanto con capital político acumulado , dispuestos a probar alternativas que le permitan ganar más y sin nada que gestionar que se lo haga perder, como Patricia Bullrich (una de las ministras que se fue con la imagen pública más alta).
Está claro que lo que estas consignas encubren, asi como también puede mencionarse el constante alerta por “no ser Venezuela” es que la salida de la crisis no la paguen los empresarios. Venezuela, como ejemplo más cercano, o el “comunismo”, en los términos que se enuncia, se expresan para quienes empujan estas convocatorias, en medida como el impuesto a las grandes fortunas. Un impuesto que sólo implica el cobro de un 2% por única vez a personajes que mueven billones de pesos por año, verdaderos “Reyes” en una democracia burguesa.
Seguramente no será la última de estas convocatorias y es necesario no menospreciar los impactos que tengan. La crisis económica que ya estaba en curso, profundizada por la irrupción de la pandemia puede abrir escenarios novedosos…por izquierda y por derecha. La salida para que no sea por esta última entonces es no titubear respecto a sobre quienes tiene que caer la crisis y apostar a la consolidación de expresiones políticas unitarias tendientes a defender los intereses de lxs trabajadores y el pueblo