El viernes, en conferencia de prensa, se anunció la extensión de la modalidad actual de la cuarentena hasta el 16 de agosto para la región del AMBA. Durante su intervención, Larreta volvió a insistir en que la Ciudad se encuentra estabilizada y avanzó en la apertura de nuevas actividades. La contracara son los fallecimientos de militantes como María Rosa Lencina.
La ciudad de Buenos Aires cuenta actualmente con cerca de 90 mil casos confirmadxs y más de 1.600 víctimas fatales. Si bien es cierto que la cantidad es menor que en Provincia de Buenos Aires, la tasa de contagios por habitante es evidentemente la más alta del país, con arriba de un tercio de los casos en los barrios populares.
A su vez, el GCBA repite que la ocupación de camas estaría en un 59%, contra lo que afirman Residentes y Concurrentes que señalan que el 100% de las UTI del sistema público están ocupadas. En ese cuadro, el jefe de gobierno porteño tuvo que reconocer y agradecer el rol que vienen teniendo los movimientos sociales en la primera linea en las barriadas. Por supuesto, el “muchas gracias” no estuvo acompañado por el reconocimiento a la tarea esencial que estxs compañerxs, en su mayoría mujeres, cumplen a diario exponiendo su propia salud.
Esta situación de enorme desigualdad y precariedad, más allá de los discursos para las cámaras, volvió a quedar expuesta con la muerte de María Rosa Lencina, una militante social, de la Tupac Amaru, vecina de la villa 31 que trabajaba en el comedor “Centro Comunitario Judith Presente”.
María, embarazada, el viernes pasado se levantó con dolores fuertes en el bajo vientre y, al querer atenderse en el hospital Fernández, fue desoída y ninguneada con prácticas y expresiones discriminatorias y de violencia obstétrica. Le dijeron “maricona” y la mandaron de vuelta a su casa. Al día siguiente, concurrió al Hospital Rivadavia, donde no pudieron hacer nada por ella ni por su beba y falleció en el quirófano. Vale aclarar que en todas las oportunidades los recursos disponibles del sistema sanitario fueron insuficientes por la creciente demanda y el evidente desborde que sufre el sistema de salud de CABA a raíz de la agudización de la crisis pandémica en la ciudad, al contrario de lo que dice el gobierno. La mayor evidencia fue cuando el SAME se negó a enviarle ambulancia para trasladarla al Rivadavia ya que solo estarían disponibles para casos de COVID.
Por otro lado, y como tantas veces hemos expresado, el feminismo nos muestra con mucho pesar que en los momentos de crisis las mujeres y disidencias pobres son las más afectadas y los blancos más usuales de la violencia de un sistema que reserva para elles no atención digna sino insultos, abandono, silencio y la ausencia irreversible de una nueva muerte injusta. Porque es cierto que las deficiencias estructurales del sistema sanitario y su falta de recursos son causa de este desenlace atroz, pero también existen prácticas médicas (también estructurales) que garantizan una atención pobre para el pueblo pobre y perpetúan prácticas violentas como las que sufrió María Rosa Lencina antes de morir.
Es necesario que en la Ciudad se avance con un impuesto extraordinario a los dueños de las megatorres vacías en los barrios de lujo, para empezar a dar una respuesta que implique un aumento sustancial del presupuesto en salud, para aumentar la capacidad de internación, dotar de mayor equipamento a los hospitales y contratar más profesionales mejor remunerados y con mejores condiciones laborales.
Además, el gobierno porteño debe solucionar los reclamos de los movimientos sociales. El agradecimiento de Larreta tiene que venir de la mano de la de medidas concretas con el reconocimiento como trabajadores de las compañeras que vienen sosteniendo a los comedores, promotras de salud y género y educadoras populares. Es fundamental, como plantea la propuesta central de “Somos esenciales”, la creación de un fondo de emergencia para la economía popular, con financiamiento público proveniente de los sectores más ricos de la ciudad para dar respuestas y avanzar en un reconocimiento a las miles de compañeras y para realizar las obras necesarias para los vecinos y vecinas de los barrios más humildes.
No queremos más muertes como María Rosa, Ramona o tantas otras compañeras a quienes quizás no llegamos a conocer sus nombres.
Sigamos reforzando la solidaridad y la unidad en los territorios.