En 2013 trabajadores aceiteros y desmotadores de diferentes partes del país se movilizaron a un congreso de la federación a realizarse en Necochea para garantizar su transparencia ante la amenaza de fraude por parte de la burocracia. Ese hecho marcó un antes y un después para el gremio y un hito en la lucha del movimiento obrero argentino

El 17 de julio de 2013 fue un día frío y gris en Necochea. La ciudad balnearia no pintaba ni cerca de sus mejores momentos de sol y playa, la arena se te metía por todos lados, el viento hacía zumbar los árboles que rodeaban las instalaciones de la UATRE que el “Momo” Venegas le habilitó a la burocracia aceitera que conducía el entonces secretario general Oscar “Cacho” Rojas. Algo olía mal. No iba a ser un congreso más. Desde hacía 70 años las actividades de la Federación se realizaban en las instalaciones que la organización sindical tiene en la localidad de La Falda, Córdoba. Pero en esta ocasión y de manera sorpresiva el Congreso fue trasladado a un camping a 6 kilómetros de la ciudad de Necochea.

Así lo percibió el ala opositora y combativa aceitera, que llegó en caravana desde las plantas de Rosario y Capital, junto a delegaciones de Santiago del Estero, San Luis, Entre Ríos, Mendoza, Tancacha (Córdoba) y Lezama (Buenos Aires). Se movilizaron más de 500 obreros aceiteros y desmotadores para garantizar la transparencia del congreso, sabiendo que se jugaban mucho, que tenían la fuerza para ganar, pero que eso no alcanzaba si no ponían el cuerpo. “Necesitábamos un cambio, teníamos salarios de miseria. De Aceiteros ni se hablaba antes de ese 17 de julio”, le recordó a Abriendo Caminos Héctor Ramirez, hoy secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria Aceitera de Capital Federal y Gran Buenos Aires, quién contó que con la antigua conducción “era difícil realizar medidas de fuerza, no contábamos con el apoyo de la federación ni del sindicato. Tené en cuenta que el secretario general de la federación era el mismo que el del sindicato de Bs. As. y además presidía la obra social. La burocracia propatronal tenía todo y estábamos atados de pies y manos”.

La lista de Cacho Rojas intentó alterar los números de la votación, dejando fuera congresales de la oposición e ingresando otros truchos. Después, forzaron la votación, agrediendo a congresales opositores que sí habían accedido al recinto. Pero el manejo fue desactivado por la masiva movilización de trabajadores que llegaron desde distintas partes del país para evitar el fraude. En la puerta del camping esperaba la primera línea de una patota repartida en tres sectores -en el ingreso, una segunda línea a cien metros y un tercer grupo rodeando el recinto- y que contaba con más de sesenta integrantes entre patovicas y barras. En ese momento se dio una fuerte discusión porque no dejaban entrar a más de una decena de congresales legítimos votados en plenario, pero finalmente la lista de congresales opositores “permitidos” por la burocracia decidieron ingresar igual a dar la discusión y exigir el ingreso de quienes habían quedado afuera.

El debate se puso tenso. Duró aproximadamente dos horas y explotó cuando el oficialismo intentó forzar la votación agrediendo a lxs congresales opositores. “Lo que más recuerdo de ese día es la reacción de mis compañeros cuando quisieron forzar la votación sin dejarnos hablar. Uno salió y avisó que nos estaban pegando y los compañeros entraron sin pensar”, recordó Héctor “El Guachín” Ramirez a 13 años de aquella batalla épica. “Los patovicas tiraban tiros y los compañeros igualmente iban para adelante”, destacó orgulloso. La primera línea de patovicas respondió con golpes y roció a algunos trabajadores con gas pimienta, sin embargo, los compañeros avanzaron. Fue el segundo grupo, unos 100 metros más allá, el que recibió a los trabajadores con disparos de armas de fuego. Pero la convicción y decisión de los compañeros por recuperar lo que les pertenecía fue más fuerte que el fuego mercenario. La patota y la burocracia huyeron despavoridos ante semejante muestra de conciencia y valor. Los trabajadores y trabajadoras aceiteros abrazaban su dignidad contra viento y marea, ya no había vuelta atrás.

Aquella batalla, que marcó un antes y un después, fue precedida por años de construcción desde las bases en las fábricas, debates y luchas genuinas que motorizaron el desarrollo de una conciencia de clase que hoy se traduce en permanentes avances en materia de derechos para lxs trabajadores, incluso ante las adversidades. “Cuando recuperamos la federación todo cambió, la primera paritaria fue algo del 38% y desde ahí siempre peleamos paritarias altas, ganándole a la inflación, hasta el día de hoy”, dijo Ramirez, y agregó: “No solamente en materia de salarios avanzamos, sino también en condiciones de trabajo y democracia sindical, se respetan todas las posiciones”.

Lxs trabajadores aceiterxs, a partir de la recuperación de la federación, son un ejemplo de construcción sindical con independencia de clase, democracia sindical y vocación de unidad y solidaridad obrera. Por eso, desde Abriendo Caminos, recordamos, reivindicamos y celebramos la épica de aquel 17 de julio de 2013 y la recuperación de la Federación Aceitera como un importante triunfo de todo el movimiento obrero argentino.

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