El 19 de Julio de 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tomaba la ciudad de Managua, concretando la revolución popular nicaragüense y poniendo fin a 40 años de una de las dinastías dictatoriales más crueles y corruptas que supo ver Nuestramérica, la de los infames Somoza. La sangre de los 50,000 asesinados por la dictadura fue semilla de una fuerza revolucionaria que desde el campo y la ciudad, junto estudiantes, sacerdotes y poetas, vino a demostrar que a contramano de lo que dictaba el mundo la llama de la liberación nacional continuaba encendida en centro américa.

Recordemos que en 1979 el ciclo de rebeliones mundiales de los 60/70 ya estaba siendo clausurado a sangre y fuego, en especial en nuestro continente donde la contrarevolución avanzaba triunfal instalando dictaduras genocidas para aniquilar los movimientos emancipatorios, todo bajo la firme tutela del imperialismo yanqui. A la caída de las organizaciones revolucionarias de sudamérica, le siguió un refuerzo por parte de la URSS en sus presiones para burocratizar todos los movimientos de izquierda bajo su órbita y con China avanzando en su apertura capitalista (incluso invadiendo al heroico Vietnam). Por el lado del imperialismo el auge neoliberal de los llamados “neoconservadores”, con Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña, daba forma a lo que se convertiría en la próxima década en el ciclo donde el movimiento revolucionario mundial sufriría una derrota de proporciones de las que aún no hay logrado reponerse.

En ese sombrío 1979, en un continente que se iba ahogando en sangre, dentro de un país pequeño sin una clase trabajadora o una industria desarrolladas, a contramano de los manuales e incomodando todas las teorías de la izquierda ortodoxa, la gesta del FSLN y el pueblo de Nicaragua vino a demostrar que cuando un pueblo ha dicho ¡basta! y ha echado a andar, no hay Goliat que pueda frenar la oleada de millones de pequeños David que con sus hondas podrán derribar los muros de la opresión.

Sandino y los orígenes de la lucha contra el intervencionismo yanqui

Nicaragua, como toda centroamérica, fue uno de los territorios donde el imperialismo yanqui dio sus primeros y más sangrientos pasos a inicios del siglo XX. Imponiendo por la fuerza el carácter de “patio trasero” que habían decidido para la región, no dudó en intervenir directamente con su ejército en numerosas ocupaciones e intervenciones, que en Nicaragua comenzó en 1912. Las crueldades cometidas en esta ocupación por parte de los marines yanquis fueron presenciadas por un joven Augusto Cesar Sandino, quien abrazó allí el anti-imperialismo que lo llevó en 1927 a lanzar una lucha contra el invasor norteamericano. Desde EEUU notaron que solo con la presencia de los marines no lograrían sofocar la rebelión, por lo que encararon la constitución de la temible Guardia Nacional de Nicaragua, que estaba equipada, financiada y dirigida por oficiales norteamericanos.

Pero más que un ejército lo que Sandino formó en esos años de lucha fue un pueblo en armas, que logró infringirle duras derrotas a los marines forzando su retirada de Nicaragua en 1933. Habiendo logrado su objetivo, Sandino (quien ya era conocido como el “General de hombres libres”) confió en el nuevo presidente liberal y accedió a desarmar a sus tropas, a partir de cual comenzaron a cometerse multiplicidad de abusos por parte de las tropas de la Guardia Nacional. El 21 de febrero de 1934, en un viaje a Managua para denunciar esta situación ante el presidente, Sandino fue asesinado en una emboscada organizada por el director de la Guardia Nacional, Anastasio “Tacho” Somoza García. Dos años después, Somoza García realizará un golpe de estado y con el aval norteamericano iniciará una saga donde 3 familiares de la familia Somoza regirán los destinos (y el saqueo) de Nicaragua por más de 4 décadas.

Nacimiento y desarrollo del FSLN

A fines de los años ’50, había en Nicaragua una generación de jóvenes que con ansias de sacar a su país del yugo imperialista, comenzaron a formar infinidad de grupos dispersos con diversas orientaciones políticas. Como diría Carlos Fonseca, el salto a la actividad política de estos jóvenes fue más “por vergüenza que por consciencia”.

En 1961, justamente un 19 de julio, fue fundado el Frente de Liberación Nacional por Tomás Borge, Carlos Fonseca y Silvio Mayorga, quienes influenciados por el derrocamiento de Arbenz en Guatemala y la triunfante revolución cubana vieron que la lucha armada era el único camino viable para derrotar a la dictadura. Al año siguiente, a propuesta de Fonseca, se le agregó el “sandinista” para demostrar la ligazón de su lucha con las llevadas a cabo tiempo atrás por Sandino y pararse sobre un imaginario popular nacionalista y antiimperialista que existía en el pueblo nicaragüense. La frase de Sandino “la soberanía del pueblo no se discute, se defiende con las armas en la mano” no dejaba lugar a dudas sobre las tareas del momento.

Así, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) nació nutriéndose de la experiencia de lucha del pueblo junto a Sandino, sumado a la impronta de la táctica guerrillera del Movimiento 26 de Julio cubano, y posteriormente el impacto de la teología de la liberación de los sacerdotes del tercer mundo. En esos primeros años la táctica fue fundamentalmente la de generar focos rurales, a partir de lo cual el FSLN fue ganando experiencia y raigambre política, pero obteniendo escasas victorias militares frente a un enemigo fuertemente equipado y adiestrado por el imperialismo.

Estando exiliados en Cuba, en 1969 se formó una nueva dirección y se establecieron nuevas pautas políticas y estratégicas. Así el FSLN definió en su “Programa Histórico de 15 puntos la Revolución Popular Sandinista” que su objetivo era “la toma del poder político y el establecimiento de un gobierno revolucionario basado en una alianza obrerocampesina y el concurso de todas las fuerzas patrióticas anti-imperialistas y anti-oligárquicas del país”

En 1972 un devastador terremoto asoló Managua, y la ineficiente y corrupta respuesta del gobierno de Anastasio Somoza Debayle (en el poder desde 1956) generó un fuerte descontento popular que dio un importante impulso al desarrollo del FSLN. En estos años el desarrollo de los sandinistas en universidades y colegios secundarios, fue apuntalando su crecimiento en zonas urbanas. Ante la creciente descomposición del régimen, en esta época comenzó a gestarse también una oposición de la propia burguesía, que se articuló en torno de la Unión Democrática de Liberación encabezada por Pedro Chamorro.

Caída en combate de Fonseca y ruptura del FSLN

Al interior del FSLN fueron creciendo diferentes divergencias en cuanto a las tácticas que deberían llevarse a cabo para continuar la lucha por la liberación nacional. Esto fue agravado por la ausencia de muchos dirigentes que fueron forzados a exiliarse, generando una dispersión y desconexión entre las diferentes esferas del frente que imposibilitaron avanzar en discusiones y síntesis de forma colectiva gestando una situación de ruptura. Ante esto, en 1975 Carlos Fonseca resuelve regresar a Nicaragua para intentar colaborar en la resolución la situación como factor de la unidad, pero el 7 de noviembre de 1976 fue herido en un desigual combate siendo rematado el día 8 por sus cobardes captores. La muerte de Fonseca será una dura pérdida que el FSLN pagará caro en los años siguientes.

Pese a estos esfuerzos, entre 1976 y 1977 el FSLN se rompe en 3 “tendencias” que mantendrán el nombre, pero comenzarán a actual de forma autónoma: La tendencia de Guerra Popular Prolongada (GPP), la Tendencia Proletaria (TP) y la Tendencia Insurreccional o Tercerista (TI).

Una de las mayores diferencias entre la TI (de la que formará parte Daniel Ortega) y el resto era sobre la situación objetiva de las masas y por ende en los tiempos de la revolución. La GPP y la TP coincidían en que aún había una baja conciencia revolucionaria en las masas populares, y por ende el carácter de la revolución debería ser de un crecimiento y concientización de carácter prolongado. En cambio, los terceristas sostenían que “la hora de las acciones trascendentales se estaba acercando”, ante lo cual postulaban que había que focalizar el crecimiento urbano y aumentar los vínculos y alianzas con sectores de la burguesía anti-dictatorial.

Ofensiva, reunificación y triunfo revolucionario

En enero de 1978, ya entrando en su descomposición final, el régimen asesina a Pedro Chamorro, principal opositor liberal. Esto desencadena una radicalización de las críticas a Somoza, en particular en las grandes ciudades y las capas medias. El FSLN va ganando fuerza y se transforma en un actor fundamental en la política nacional, a partir de acciones armadas y de propaganda cada vez mayores. En febrero de 1978, Eden Pastora (el controvertido “Comandante Cero”) lidera el asalto del palacio nacional que toma de rehenes a numerosos legisladores durante 3 días, logrando la excarcelación de decenas de presos políticos que engrosaron las filas guerrilleras. A partir de esto fueron gestándose diversas revueltas e insurrecciones en numerosos poblados y ciudades cada vez mayores, con un enorme protagonismo popular que incluso sobrepasa al mismo FSLN.

Viendo la inminente caída del régimen, y con la intervención de Fidel Castro, las tres tendencias decretaron en marzo de 1979 la reunificación del FSLN y realizan el llamamiento a la ofensiva final. El trabajo realizado por las diferentes tendencias rindió sus frutos, ya que el FSLN contaba ahora con una fuerte influencia no solo en el campesinado, sino también en el movimiento obrero organizado y estudiantil, además de sectores medios e intelectuales.

En junio cae bajo control de los sandinistas Leon, la segunda ciudad más grande de Nicaragua, y el régimen de Somoza toma la criminal decisión de intensificar bombardeos en ciudades y campos pese a que la suerte ya estaba echada. Intentando frenar el avance sandinista desde EEUU ordenan a Somoza que renuncie, por lo que el 17 de julio se exilió en Miami, asumiendo el presidente del congreso nacional Urcuyo. Este gobierno títere intentó montar una pantomima de gobierno de transición buscando robar el triunfo popular, algo que no pudieron evitar porque el 19 de Julio de 1979 el pueblo en armas nicaragüense tomó Managua y con ello selló la victoria revolucionaria.

Desafíos del gobierno revolucionario

Los sandinistas se encontraron con un estado saqueado, donde en su huida Somoza y sus huestes solo dejaron 3 millones de dólares en el tesoro del Banco Central. Ante una economía destruida sería difícil afianzar cualquier gobierno ante la situación de tierra arrasada que dejó la caída del somocismo, que durante 40 años no había tenido la necesidad de armar una estructura estatal para regentaer el país como si fuera sin finca.

La primera junta de gobierno que se formó, encabezada por Daniel Ortega, incluía a figuras externas al FSLN buscando integrar a parte de la burguesía antisomocista en esta tarea de la “reconstrucción nacional”. Pese a que se hicieron algunas concesiones a propietarios e industriales, estos sectores rápidamente demostraron que no estaban dispuestos a ceder sus privilegios en pos de mejorar la situación de millones de nicaragüenses que se encontraban sumidos en la pobreza y el atraso.

A medida que el gobierno avanzó en tareas estratégicas como la reforma agraria y la nacionalización de importantes sectores económicos del país, el choque con sectores conservadores fue cada vez mayor. Estos sectores comenzaron a optar por emigrar y organizar, junto a los restos de la dictadura somocista, los ataques contrarrevolucionarios desde exilio.

El gobierno sandinista lanzó en 1980 la “Cruzada Nacional de Alfabetización” que emulando lo realizado en cuba en 1961, llevó a todo el país a una movilización revolucionaria que logró no solo alfabetizar a enormes porciones de la población, sino consolidar una fuerza social transformadora. Relataba una de las participantes: “Rápidamente vivimos entonces el proceso de alfabetización, ya que en algunos lugares hasta el 90% de la población era analfabeta y, además, nunca habían visto un médico. Salud, educación, rescate de miles de familias de la más absoluta pobreza, reparto de tierras a los campesinos, recuperar la cultura, la memoria, la identidad. Imponer la justicia para las miles de víctimas. Por primera vez Nicaragua era rescatada del olvido de siglos.”

Desde el primer día el FSLN puso en marcha una revolución, con todas sus limitaciones y consecuencias. Impura, como todas las revoluciones, pero real (como dijo en Managua Ernest Mandel, en su visita de 1984).

La infame agresión imperialista y el final del gobierno sandinista

En los primeros meses luego del triunfo popular, se vivió una época de cierta calma que permitió al sandinismo poner en marcha el inicio de su programa. Pero ya a partir de 1980 los exguardias somocistas se consolidaron en Honduras y junto al ejercito de dicho país comenzaron los ataques contra la frontera nicaragüense.

Pero en 1981, con la asunción de Ronald Reagan a la presidencia de EEUU quedó en claro que los halcones republicanos tenían decido aplastar al sandinismo y los movimientos emancipatorios que se extendían en otros países de centro américa, en particular El Salvador.

Luego de implantar un bloqueo económico que comenzó a afixiar la maltrecha economía, el departamento de estado se volcó de lleno al intento de derrocar por la via militar al sandinismo. Primero empujando una guerra entre Nicaragua y Honduras, luego financiando y equipando a los grupos del terrorismo contrarevolucionario que comenzaron a ser llamados “contras”. Tanto desde Honduras como desde Costa Rica y la costa atlántica, estos grupos de mercenarios intentaron una y otra vez lograr una “zona liberada” que les permitiera a los yanquis reconocerlos como gobierno alternativo y recibir el apoyo directo de los marines norteamericanos. Pero cada intento fue rechazado, en una conjunción de la resistencia de las milicias populares y el ejército sandinista, el cual fue inicialmente bien equipado y organizado por los oficiales cubanos.

Ante estas derrotas militares, EEUU modificó su estrategia y optó por encarar una “guerra de baja intensidad” o “guerra sucia”, que consistió en entablar agresiones de desgaste contra Nicaragua, cometiendo toda clase de violaciones a los DDHH en su concreción por parte de los mercenarios. A tal punto llegó esto, que en 1985 frente a las atrocidades cometidas por los contras, el congreso norteamericano prohibió continuar con la financiación y apoyo militar a estos grupos. Ante esto el gobierno de Reagan no solo no frenó sino que aumentó esta intervención, pero ahora focalizado completamente de forma clandestina a través de la CIA. Para ello, transformó a Honduras en un verdadero portaaviones terrestre y en el centro de operaciones de la contra, de la CIA y el Pentágono. Llevando a cabo una de las guerras de contrainsurgencia más complejas y sangrientas en la historia de América Latina donde incluso torturadores argentinos fueron llamados a entrenar a los mercenarios de la contra.

Esta cuenta guerra, comenzó a deteriorar el apoyo popular al gobierno sandinista, a partir de la necesidad de tomar medidas económicas y sociales impopulares, y en particular ante la imposición del servicio militar obligatorio en 1983 para poder hacer frente las agresiones militares. En 1988 comenzaron las conversaciones de Paz, que el sandinismo apoyó intentando frenar una guerra que los desangraba económica, política y humanitariamente. Este proceso de paz culminó en las elecciones de 1990 donde la oposición montó con el apoyo de EEUU una amplia coalición, donde incluso ingresó el ortodoxo PC nicaragüense y antiguos aliados del FSLN. En la coyuntura de la guerra y con la amenaza de proseguir la misma si vencían los sandinistas, con una economía arruinada la oposición encabezada por Violeta Chamorro ganó con el 54% de los votos frente a un 41% obtenido por los sandinistas. El FSLN aceptó los resultados y entregó el poder, cerrando el ciclo iniciado 10 años antes con el derrocamiento de Somoza.

Legado y presente

En un tiempo donde el ciclo de revoluciones parecía terminado, la gesta sandinista de 1979 fue un rayo de esperanza para los pueblos oprimidos del continente y el mundo. De allí la enorme solidaridad que despertó a nivel internacional, con ejemplos como la presencia de numerosos combatientes del PRT-ERP de Argentina o el apoyo de intelectuales de la talla de Julio Cortázar. Pero el tablero de la guerra fría que estaba mostrando sus resultados, sumado a los propios errores y limitaciones del propio gobierno sandinista dieron por tierra con esa “Nicaragua tan violentamente dulce” que despertó los fuegos revolucionarios del mundo, pero también la ira inconmensurable del imperialismo yanqui y sus esbirros.
Doblemente dolorosa es ver la actualidad nicaragüense de hoy, donde Daniel Ortega se apoyó en nombres y símbolos del FSLN para regresar al poder, montando un proyecto no solo antipopular por su forma represiva, sino además en las antípodas del ideal Sandinista de liberación nacional. Resta ver para esto no solo la alianza con sus anteriores adversarios políticos, sino la aceptación de recetas de ajuste del FMI como parte de su plan de gobierno.

El heroico pueblo nicaragüense que expulsó al invasor imperial de la mano de Sandino, y que supo luego terminar con una de las dictaduras más largas y poderosas a partir de la movilización popular bajo la bandera rojinegra del FSLN, tiene hoy en sus manos el comenzar a construir un futuro donde se haga realidad la patria libre por la vienen luchando hace casi un siglo.

Naciendo

Tiene unas horas de edad
la Nicaragua recién nacida en los escombros,
verdor nuevito entre las ruinas del saqueo y de la guerra;
y la cantora luz del primer día de la creación
alegra el aire que huele a quemado
.

Eduardo Galeano

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