El impacto de la pandemia, y los casi 9 meses de cuarentena en sus distintas fases demostraron que pese a la complejidad de la situación que atravesamos hay una forma en que los sectores populares logran hacerle frente: la solidaridad, la empatía y compromiso con les que necesitan una mano se volvió un sostén fundamental. La tarea es que todas esas expresiones de solidaridad surgidas en un momento excepcional se transformen en experiencias organizativas permanentes para levantar una agenda popular.

La pandemia con las consecuentes medidas de aislamiento implicó para muches la sensación de que todo se detuviera, pero para otres se transformó en la responsabilidad de dar una mano a les que menos tienen, a quienes la crisis -producto de 4 años de macrismo- había golpeado tanto, que no hubieran resistido el impacto de la pandemia de no ser por los gestos de solidaridad popular.

Así vimos en estos meses como en cada barrio, en distintas esquinas se iban multiplicando las ollas populares, los roperos comunitarios, la gente que se organizaba para hacer barbijos caseros y donarlos, quienes sabían que en la primera línea se encontraban les trabajadores de la salud y juntaban elementos de higiene y protección personal para los centros de salud y hospitales ante la deficiencia estatal. Es decir, aun en las condiciones más adversas los procesos de organización, de generación de redes para sostener socialmente lo que deberían ser derechos garantizados, crecen.

En nuestra experiencia lo hemos vivido en 9 meses sostenidos de ollas populares en Parque Patricios en la Casa Víctor Jara, con el trabajo solidario con las personas en situación de calle, con vecines que se han sumado a aportar a estas tareas y a la construcción del ropero comunitario. Esto se llevó adelante con el aporte indispensable del nodo Patricios, otra expresión de esa solidaridad ligado a una conciencia cada vez más creciente de qué queremos consumir y cómo lo queremos hacer: los nodos son espacios de venta directa de productos agroecológicos de productores con trabajo cooperativo como es la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).

A partir de esa primera experiencia y de las redes que se generan para ayudar al otro espacio que no llega, nos acercamos a las vecinas del barrio de la Boca que venían trabajando hace un tiempo en “La Garita de la Boca”, una garita en la calle que servía como punto de referencia para dar la merienda a les pibes del barrio. La pandemia profundizó todas las necesidades, y además de la entrega de leche, de lunes a sábados se sostiene una olla popular para decenas de familias del barrio, que acceden a su cena gracias a esa solidaridad. Son vecinas que sostienen desinteresadamente un laburo para los suyos, que también se unieron contra el enrejamiento de las plazas y los incendios de los conventillos para el negocio inmobiliaria y la puesta en valor, de un barrio que su máximo valor reside en el pueblo que lo defiende a toda costa.

Para les vecines de la comuna 4 es muy claro que el gobierno de Larreta tiene otras prioridades antes que sus necesidades, que el déficit habitacional en la Ciudad queda relegado por proyectos que favorecen la especulación inmobiliaria y que tiene una única respuesta: más gente en la calle, más gente luchando por un pedacito para vivir y que su único sostén son sus propios vecines con gestos de solidaridad.

En provincia de Buenos Aires, la situación económica y social también empuja a los sectores populares a vivir en condiciones críticas. Las tomas que se multiplican – y que tiene como respuesta la represión- son la expresión más cruda de una situación general, que nuevamente únicamente con la solidaridad de les de abajo se sienten ciertos paliativos. Así lo hemos visto en Quilmes con varias tomas entre las que resaltan dos en la localidad de Solano, por su magnitud: la del barrio La Paz, de unas 50 familias  y la de 824, en el barrio Sayonara, con cerca de 90 familias. Ambas se llevan adelante con la ayuda de las organizaciones sociales con donaciones de comida, agua, elementos de higiene y con la perspectiva de censar a la vez de reflotar la instancia de negociación con el municipio para dar soluciones concretas a esas familias.
Tomando en cuenta el antecedente generado por la salida represiva de la toma de Guernica, es fundamental que las organizaciones populares desarrollemos espacios amplios que apuesten, por un lado, a evitar nuevos desenlaces represivos; y por otro, que estructuren y sean capaces de instalar el necesario debate sobre el acceso a la vivienda. Este proceso como la generación de ollas populares en los distintos barrios populares se dio también con un trabajo en red de los distintos espacios y centros culturales que, a partir de su coordinación, se pusieron a disposición de les más necesitades. En eso, destacamos el rol del Centro Cultural Raymundo Gleyzer de Quilmes constituyéndose como un “punto solidario” de acopio de donaciones; y la olla popular sostenida en el Galpón Cultural Mercedes Sosa, en Avellaneda.  

Por otro lado, en provincia de Buenos Aires, nuestra experiencia tanto en Quilmes como en la Matanza se vio volcada a organizar colectas para llevar donaciones de elementos de higiene y materiales de protección personal para los centros de salud y hospitales de las zonas, ya que el déficit en ese sentido sigue siendo grande y alarmante. En este sentido, cabe destacar que, como Abriendo Caminos, hemos llevado adelante estas iniciativas de conjunto con otras organizaciones, como el Frente Juvenil Hagamos Lo Imposible, apelando siempre a la unidad y solidaridad para hacerle frente a la crisis.  

Por último, estas expresiones nacidas desde el seno de nuestro pueblo empalman con uno de los procesos organizativos más importantes de nuestro país, el de los movimientos sociales. La experiencia acumulada a partir de años y años de trabajo en los territorios genera toda una red de contención del tejido social, que es difícil imaginar la situación gravísima en la que nos encontraríamos sin contar con este desarrollo organizativo. En la CABA, el desarrollo de la Campaña “Somos Esenciales” ha puesto en la agenda la necesidad de un reconocimiento económico a todo este trabajo.

En síntesis, han sido meses muy difíciles para nuestro pueblo, pero las expresiones de solidaridad han sido ese gesto necesario que demuestra esa conciencia que nace desde abajo y sabe que necesita unidad para transitar este momento, transformar estas experiencias en más organizaciones para instalar una agenda por nuestras reivindicaciones y por nuestros derechos, que es prioritaria y esencial.

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