A partir de este 20 de mayo se podrá ver en cine.ar la última producción del Colectivo Documental Semillas, dirigido por Juan Pablo Lepore, con quien pudimos conversar al respecto.
En 1996, el Gobierno de Menem otorgó, a través de su Secretario de Agricultura Felipe Solá, el permiso para el uso de pesticidas y fertilizantes químicos en la industria agropecuaria lo que produjo un enorme crecimiento de los volúmenes de producción y exportación, pero también multiplicó las enfermedades en los pueblos, profundizó la desigualdad económica entre el campo y las ciudades y ha dañado gran parte de los suelos cultivables. Esta es una realidad constantemente invisibilizada por los grandes medios de comunicación, como lo fue la construcción de las organizaciones piqueteras y el impacto de las políticas neoliberales. Además, los medios hegemónicos, mientras apoyaban el look out patronal de 2008, tapaban la construcción acompasada de organizaciones campesinas integradas por pequeños productores de pueblos originarios como los Movimientos Campesinos de Formosa, Santiago del Estero y Córdoba o tambien las luchas ambientales en diversas ciudades del país como Esquel, Andalgalá o Malvinas Argentinas. En todos estos casos, y tantos otros, las personas ven amenazada su tierra, su alimentación y su forma de vida y son perseguidos por sus reclamos. El brutal asesinato de Berta Cáceres en Honduras en marzo de 2016 encendió el alerta en toda la región. Sólo en 2019 (último dato registrado) se han asesinado a 212 activistas ambientales en toda América Latina.
Por todo esto, se conforma el Colectivo Documental Semillas al entrar en contacto con las diversas realidades de las comunidades campesinas y organizaciones sociales que luchan contra el agronegocio, la megamineria y por la soberanía alimentaria, Desde su creación se propuso, como explican en su canal de youtube: “visibilizar y poner al servicio de esa gente la herramienta documental”. Han producido ya cinco largometrajes: Sin patrón. Una revolución permanente (2014) sobre empresas recuperadas luego de la crisis de 2001, La jugada del peón. El agronegocio letal (2015), Olvídalos y volverán por más. Megaminería y neoliberalismo (2016), Agroecología en Cuba (2017) y ahora La vuelta al campo. Luchas campesinas por el buen vivir.
Juan Pablo Lepore, integrante del Colectivo Documental Semillas y director del documental nos comentó que llevan 10 años haciendo registros y “en algunos casos usamos las filmaciones que hace la gente con su celular en las manifestaciones”. En La vuelta al campo se utiliza el montaje y otros recursos narrativos y se consigue una representación muy clara de los intereses y las demandas de las organizaciones. Tal vez por ambas razones la película fue seleccionada y premiada en diversos festivales de cine en Argentina, Uruguay, México, Chile, Ecuador, Colombia y todo el mundo. Poco a poco, en sus documentales, fueron construyendo una relación con los luchadores y luchadoras campesinas y ambientales que se ve claramente en La vuelta al campo. Las imágenes de las protestas representan una forma de vida y de pensar el presente con esos campesinos y campesinas. Poder volver al campo es muy importante en toda América Latina, por eso, en esta película vemos como el MST de Brasil habla de una reforma agraria y la UTT de la Ley de acceso a la tierra en Argentina.
Juan Pablo sigue “cierta línea de trabajo marcada por realizadores como Raimundo Gleyzer, Pino Solanas o Glauber Rocha. Simplemente seguimos una línea del cine latinoamericano de los ’60 y ‘70”. Incluso cuando define su búsqueda lo hace en referencia al Cinema Novo: “…el cine para nosotros es ‘ideas en la cabeza y una cámara en la mano’”. Así, La vuelta al campo, como las películas de aquellos realizadores, busca reflejar una demanda política al Estado y los capitalistas y se identifica con ciertas formas de vida que se contraponen a la lógica del consumo. El film, como todos los trabajos del Colectivo Documental Semillas, describe el campo a través de las personas que lo trabajan, haciendo foco en sus formas de trabajo, en su cultura y en sus formas de pensar la vida (e incluso en los casos de personas que declaran haber vivido en las ciudades y ahora están en el campo). Estas formas también remiten al Documental Social de la Escuela Documental de Santa Fe o el Cine Etnográfico de los años 50 y
60 de Jorge Prelorán, Sergio Bravo, Humberto Mauro o Manuel Chambi que tomaron sus cámaras para filmar las culturas populares de su tiempo y fueron maestros involuntarios de los cineastas militantes de las décadas posteriores.
La redistribución de tierras y la producción de alimentos libres de agrotóxicos son un punto de partida para pensar una vuelta al campo. Necesitamos, además, mirar hacia la población rural que fue desalojada por el avance de la frontera agropecuaria ya que, durante el gobierno de Macri, se profundizó un éxodo de pequeños productores hacia las grandes ciudades. Estos campesinos y campesinas no pudieron seguir produciendo de la forma que lo hacían y entonces viajan para conseguir cualquier otro trabajo. En un contexto de pobreza y la exclusión es indispensable “La vuelta al campo” porque nos plantea la búsqueda de herramientas para la transformación social.