A 46 años de la caída en combate de Miguel Enríquez, secretario general del MIR, retomamos un texto elaborado el año pasado sobre su figura, trayectoria y ejemplo para lxs revolucionarixs.

Como cientos de jóvenes, en su ciudad natal de Concepción comenzó su militancia al calor de las luchas estudiantiles que se unía a los reclamos obreros y populares. Tiempo después, el 15 agosto de 1965 será miembro fundador, convirtiéndose luego en principal dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, una organización con una inserción creciente en el movimiento obrero y popular en ese país a fines de los años sesenta y en los setenta.

En el curso de la lucha política, Miguel y el MIR se plantaron desde un apoyo crítico al gobierno de la Unidad Popular, defendiendo la independencia política de su proyecto, y asumiendo que la única posibilidad de dar pasos certeros en la construcción socialista implicaba una ruptura con la institucionalidad y las clases dominantes. Por ello, construir una fuerza social revolucionaria propia, que permitiese generar las condiciones para, en el marco de la confrontación de clases, generar una nueva situación política para superar al reformismo y trazar el horizonte del socialismo. La construcción de esta fuerza no implicaba un fin en sí mismo, sino que se ligaba a la perspectiva de construir el Poder Popular como lucha de acción directa, como ejercicio de prefiguración y autogobierno obrero-popular, ya que los pobres del campo y la ciudad debían ser los protagonistas de su propia historia de liberación y emancipación. Así fue que el MIR tuvo un rol importante tanto en los cordones industriales como en los comandos comunales, ámbitos de articulación de lxs trabajadorxs organizados, campesinxs, los pobladores y estudiantes.

Las tareas locales, nunca fueron un impedimento para que Miguel y sus compañerxs elevaran la mira a toda Nuestramerica. Por ello fueron los principales impulsores de la Junta Coordinadora Revolucionaria que se proponía la articulación y el apoyo entre los movimientos guerrilleros del Cono Sur. Acciones conjuntas, solidaridad internacional, pero también debate político estratégico unieron al MIR, PRT, ELN y MLN Tupamaros. Una pequeña muestra de ello es la carta que envía el propio Miguel a la dirección del PRT debatiendo- con el mayor de los respetos- sobre la compleja dinámica entre acciones militares y la influencia de masas o sobre el rol del peronismo. Nunca fue una característica de Miguel escapar al debate o anularlo. Todo lo contrario, iba al hueso y polemizaba con quien sea. Incluso con el propio Fidel, a quien en 1971 le retrucó frente a la frase del máximo líder revolucionario “el arte de la revolución es el arte de sumar fuerzas… sumar… sumar… y sumar” con sumo respeto “Sí, comandante, es el arte de sumar y no ser sumados”. Desde esa misma concepción una organización que tuvo una actividad militar importante, priorizó la lucha política cuando la etapa así lo requirió, aprovechando a fondo las libertades democráticas, planteando “plataformas de lucha” como el Pliego del Pueblo (octubre de 1972) o apoyando crítica pero activamente al gobierno de Allende, llegando a formar parte de su guardia militar personal sin dejar nunca de marcar sus diferencias.

El golpe pinochetista puso el foco sobre Miguel y sus compañerxs, quienes resistiendo a la dictadura, cayeron en combate un 5 de octubre de 1974.

La represión no pudo borrar de la memoria del pueblo chileno las banderas miristas que hoy vuelven a alzarse en cada lucha estudiantil, en la movilización de los portuarios de Valparaíso, y en toda Nuestramerica que resiste la ofensiva capitalista al tiempo que construye alternativa política para no depositar esperanzas en las opciones que persiguen el capitalismo con rostro humano. En ese camino nos encontramos, en el de la construcción paciente pero urgente de ser una opción política anticapitalista que luche por el socialismo.

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