Algunas cuestiones sobre el carácter estructural de la violencia machista 

En el día del aniversario del primer Ni una Menos, la bronca nos volvió a inundar al escuchar el reciente dictamen del fiscal Fernando Rivarola que habló de “desahogo sexual” para referirse a una violación y propuso sobreseer a seis imputados por violar a una adolescente de 16 años. Sus nombres: Luciano Malemacci, Joaquín Pérez, Robertino Viglionne, Ezequiel Quintana, Leonardo del Villar y Tomás Soriano, “hijos del poder” que pertenecen a familias poderosas de Chubut. Las mal llamadas violaciones “en manada” (como si fuesen animales y no sanos hijos del patriarcado los que llevan adelante el delito sexual) son una muestra de la violencia disciplinadora sobre nuestros cuerpos.

La ministra Eli Gómez Alcorta salió a repudiar el fallo y a sostener la importancia de la capacitación mediante la Ley Micaela para el conjunto del estado y la necesidad de repensar el sistema judicial. Sin dudas sería un primer paso importante y valoramos que haya una Ministra que salga a repudiar estos hechos, así como también que se lleve adelante un juicio político contra este fiscal. Sin embargo, las preguntas siguen resonando: ¿alcanza para evitar este tipo de situaciones?¿ Qué rol cumple el poder judicial y el estado en su conjunto ante la violencia machista?

La violencia es estructural: necesitamos una salida de fondo.

No se trata de un fiscal, sino de toda la institución. En el caso particular esto se visibiliza con el apoyo que recibe el fiscal Rivarola por parte del Ministerio Público de la Provincia e incluso por la Oficina de la Mujer y de Violencia de Género dependiente del Superior Tribunal de Justicia del Chubut. La responsable de esta institución declaró que es una “frase desafortunada” y que “entiende la bronca”, pero justifica al fiscal por haber actuado de oficio y “no mirar para otro lado”. Practicamente se felicita al fiscal por cumplir con su trabajo y lo más grave: se relegitima que la justicia no se hace cargo de la violencia machista, siendo su mirar para otro lado, la falta de acceso de a la justicia y -cuando se accede- la revictimazación constante, “lo normal y lo lógico” inclusive para las areas especializadas de los propios organos judiciales.

En general, el poder judicial ha dado asquerosas muestras, no sólo su carácter de clase (fallando a favor de los ricos y encarcelando constantemente a los sectores populares), sino también de su profundo carácter patriarcal contra mujeres y disidencias. En sucesivas oportunidades, el movimiento feminista ha señalado la responsabilidad del Estado ante la vulneración de nuestros derechos en sus distintos niveles. Respecto a las diversas situaciones de violencia machista los datos son aterradores: por un lado, basta ver la cantidad de femicidios en manos de hombres de las fuerzas de seguridad con armas reglamentarias que viene denunciando CORREPI y, por el otro, que 1 de cada 4 mujeres asesinadas habían acudido a la justicia a denunciar a sus agresores, según el Observatorio “Ahora que si nos ven”. Es decir que el Estado forma parte del entramado de la violencia machista. La justicia juega un papel fundamental en el encubrimiento como revela el fallo por el femicio de Anahí Benitez, mientras que la policía y las fuerzas represivas son partícipes y cómplices de las redes de explotación sexual. Las políticas públicas para erradicar la violencia de género son insuficientes y sus programas y ministerio específico no cuentan con el presupuesto adecuado mientras se convalida el pago de la deuda o se demora la aplicación de un impuesto a grandes fortunas.

En el marco de la cuarentena, como venimos sosteniendo en notas anteriores, la violencia machista se ha recrudecido por lo que resulta fundamental la declaración de la emergencia en violencia de género que contemple una mayor asignación de recursos para enfrentar esta situación. Así como también se hace indispensable avanzar con la implementación de la ESI en todos los niveles y en todos lados, con una perspectiva feminista, laica y científica. Además es necesario avanzar en la construcción de nuevas masculinidades no violentas, que comprendan la magnitud del problema y cultiven una empatía real hacia quienes sufrimos sus actos de violencia, que puedan convocar a otros varones a comprometerse con un cambio real y concreto de su forma de estar en el mundo y, así, dar un paso más en el camino de transformarlo todo. La violencia, al ser un problema estructural, requiere que la abordemos de manera integral. Para ello es también importante que los varones se hagan cargo, interpelarlos y que se organicen porque no queremos ser más esta humanidad.

Sin embargo, no debemos perder de vista que la violencia machista responde a un aspecto estructural del sistema capitalista patriarcal. Como mencionan las autoras del Manifiesto por un Feminismo del 99%: “Sabemos que la violencia de género en el contexto capitalista no es una disrupción del orden de cosas habitual, sino más bien una condición sistemática. Por su profundo anclaje en el orden social, la violencia de género no puede ser entendida ni tampoco reparada de manera aislada, sin tomar en cuenta el conjunto más amplio de las formas de violencia capitalista: la violencia biopolítica de las leyes que deniegan la libertad reproductiva; la violencia económica del mercado, del banco, del dueño de la casa que alquilamos, del prestamista usurero; la violencia estatal de la policía, los jueces y los guardias de las prisiones; la violencia trasnacional que ejercen las patrullas fronterizas, las regulaciones migratorias y los ejércitos imperiales; la violencia simbólica de la cultura dominante que nos coloniza la mente, que distorsiona nuestro cuerpo y silencia nuestra voz; la violencia ambiental “lenta” que corroe de a poco nuestras comunidades y nuestros hábitats. Estas dinámicas, aunque endémicas en el capitalismo, han escalado con fuerza en el período de crisis actual”.

Por ello, si bien hay medidas urgentes que deben ser aplicadas para combatir la violencia machista, es fundamental construir un feminismo anticapitalista de masas que pueda construir una salida de fondo hacia otro tipo de sociedad, basada en las relaciones de solidaridad y no de explotación y opresión. Sólo transformando enteramente nuestra sociedad podremos erradicar definitivamente la violencia machista.

Ninguna violación es “desahogo sexual”!

Destitución del fiscal Rivarola ya!

Juicio y castigo a los violadores!

Emergencia en violencia de género ya!

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