El 31 de julio de 1974 Rodolfo Ortega Peña, diputado en ejercicio, historiador, abogado defensor de trabajadores combativos y presos políticos, y director de la revista Militancia, fue asesinado por la Triple A en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires.
“El pelado”, nació el 12 de septiembre de 1935, se recibió de abogado a los 20 años, mientras estudiaba filosofía y ciencias económicas, y junto al fallecido Eduardo Luis Duhalde fue director de la revista Militancia.
Luego de un breve paso por el frondicismo y por la Federación Juvenil Comunista, abrazó al peronismo de izquierda referenciado en John William Cooke, y apostó a la construcción de un horizonte revolucionario a partir de la radicalización del movimiento bajo la dirección de su ala más combativa.
Cercano al Peronismo de Base y a las Fuerzas Armadas Peronistas, en 1973 asume como diputado bajo el lema “la sangre derramada no será negociada”, que hacía referencia a la fuga de los presos políticos del penal de Rawson, en 1972. Ortega Peña junto a otros abogados se habían hecho presentes en el penal para conocer la situación de los que aún estaban detenidos, sin poder detener los fusilamientos de lo que se conoció como la Masacre de Trelew.
El asesinato hace 47 años de Ortega Peña fue un duro golpe para todo el país que compartía sus sueños y esperanzas. Por su velorio, realizado en la Federación Gráfica Bonaerense, desfilaron miles de personas, entre elles, activistas, delegades y referentes sociales y políticos de todo el país.
La caravana que acompañó sus restos al cementerio de la Chacharita fue reprimida con un saldo de más de 380 detenidos, entre los que se encontraban obreros gráficos y militantes de la mayoría de las organizaciones, que iban desde el Peronismo de Base hasta la izquierda. La represión fue ejecutada por el comisario general Alberto Villar, superior de Rodolfo Almirón, quien también integró la cúpula de la Triple A. Un dato que grafica el avance y reagrupamiento de los sectores más reaccionarios del país.
Al igual que todos los parlamentarios del peronismo de izquierda en ese momento, fue amenazado y extorsionado para abandonar su banca en la cámara baja, pero se negó, sostuvo sus convicciones hasta el final, previsible, pero indigno de fluctuar su decisión inclaudicable de luchar por su pueblo.
El foco de la represión fue preciso, quirúrgico, y apuntó a los mejores exponentes de una generación de hombres y mujeres que surcaron un camino revolucionario de igualdad y justicia social. Ortega Peña fue un militante brillante que, a pesar del paso del tiempo y la desidia de la historia oficial, mantiene su llama encendida en quienes sentimos en lo más profundo la necesidad de tomar partido en la imprescindible transformación social de nuestra patria, para desterrar la pobreza y el saqueo, y regarla de soberanía e igualdad.