Esta semana el INDEC difundió que el 40,9% de lxs argentinxs son pobres, cifra que otros proyectan hasta el 47%. Significa un salto superior al 5% en un sólo semestre. Frente a esa situación, los anuncios de bajas de retenciones a los sectores más concentrados de la economía y una inminente devaluación sólo agravarán la desigualdad estructural. Una salida popular requiere de las medidas inversas: que los que más tienen, más pongan.

Los números no mienten

Habiendo pasado ya más de 6 meses desde comenzada la pandemia del coronavirus, la crisis social y económica se cristaliza en datos muy duros: la pobreza llegó al 40,9%, en tanto que la indigencia es del 8%. Es decir que tomando como referencia que la población total de nuestro país ronda por los 47 millones de habitantes, 16, 4 millones se encuentran bajo la línea de la pobreza y no llegan a cubrir sus necesidades básicas. Indigencia implica no contar con el ingreso suficiente para garantizar la alimentación necesaria, y en ese sentido cerca de 3,7 millones de argentinxs se encuentran en esa situación. Entre lxs sectores más afectadxs se encuentran las mujeres, disidencias y juventudes. Esta dramática situación se condice con otros dos indicadores: la caída anual del PBI del 19,9% y el índice de desempleo que trepa al 13,1%.

Este salto en el aumento de la pobreza en la Argentina tiene su explicación en la pandemia que agudizó la situación que venía de arrastre con el macrismo. Finalizando 2019, con un 35,5% de pobres, quedaba más que en evidencia la difícil situación social que dejó el gobierno de Macri como resultado de sus políticas de ajuste. Ante este panorama, que ya se esperaba complicado, hay que sumarle la crisis que produjo la pandemia a nivel mundial y en particular a nuestro país. En un contexto muy adverso, el gobierno de Alberto Fernández implementó medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) o, incluso, previamente la tarjeta alimentaria lanzada por el Ministerio de Desarrollo Social. Pero a la vista de los hechos se confirmó que esta “ayuda” fue más que insuficiente. Los $10 mil del IFE -¡pagados cada dos meses!- no alcanzan para cubrir todas las necesidades de millones y millones de familias, con múltiples consecuencias: desde no llegar a costear el alimento hasta imposibilitando seguir pagando un alquiler. Lo que explica que muchas de ellas se vuelquen a tomar terrenos donde levantar casas muy precarias como viene sucediendo en varios municipios del conurbano bonaerense.

El carácter estructural de la pobreza

Si bien es cierto que la pandemia explica la pobreza en la Argentina el último tiempo, es importante destacar que fundamentalmente se trata de un problema estructural. No es casual el hecho de que desde el año 1975 a la fecha se ha quintuplicado el índice de pobreza. La dictadura militar y los sucesivos gobiernos neoliberales se han encargado de implementar lo que Rodolfo Walsh denominó acertadamente como miseria planificada en aquella célebre carta de denuncia. Estos gobiernos han puesto en práctica las políticas de dependencia y empobrecimiento demandadas por el imperialismo. La concentración de la economía y la riqueza en pocas manos trajo aparejado la pérdida estructural del empleo formal relegando a millones de personas a empleos informales, precarizados en el mejor de los casos, o a la exclusión extrema, incluso. Hablar en serio de pobreza en la Argentina implica hablar de modelos productivos, soberanía alimentaria e igualdad social. Implica, en última instancia, el cuestionamiento de una forma de organización social basada en la ganancia de una minoría enriquecida.

Un paquete de medidas que son un gol en contra

En paralelo al aumento de la pobreza, se viene desarrollando una intensa presión del capital, la derecha y el imperialismo por una “normalización económica”. La presión sobre el dólar así como la fuga de capitales son la vía de los grandes empresarios y fondos de inversión para imponer su programa: tarifazos, devaluación, baja de retenciones, etc.

Ante esa situación, el gobierno fue vacilando, primero con un intento de endurecimiento del cepo cambiario y la obligación a las grandes corporaciones de reestructurar sus deudas en dólares. Sin embargo, luego del fuerte rechazo de “los mercados”, el gobierno finalmente anunció un paquete de medidas que plantean un “guiño” claro a esta agenda. Cuando la pobreza impacta sobre millones de argentinxs, las cerealeras, petroleras, mineras se verán beneficiadas con bajas impositivas mientras el Banco Central anunció en los hechos que avanzará en una devaluación del peso. Esto ocurre, a su vez, en simultaneo al (no) aumento del 7% para trabajadorxs estatales. ¿Estas deben ser las prioridades: beneficios a los grandes capitales y recorte de hecho de los salarios?

El argumento para sostener estas medidas es “brindar confianza” a las empresas para alcanzar un “sendero de normalización”. Es decir que la pobreza se reduciría a partir de darle confianza a los capitalistas para que inviertan en el país. En este punto, no habría nada que envidiarle a las tesis del macrismo de la “teoría del derrame”. Por supuesto que esto no es así: las asociaciones empresarias ya salieron a advertir lo “insuficiente” de los beneficios otorgados y quieren más. No habrá ningún derrame, habrá ricos más ricos y pobres más pobres. El oficialismo cede, nuevamente, a las presiones y al asedio de los sectores más reaccionarios del país.

El camino es otro

Desde Abriendo Caminos consideramos que la “senda” que se debe tomar es absolutamente inversa: una agenda propia de lxs trabajadorxs. En ese sentido, la implementación del impuesto a las grandes fortunas debe ser permanente y al servicio de las urgencias sociales. Del mismo modo, es fundamental avanzar en mayores medidas que afecten la renta agraria, minera, etc. Los que más tienen, los que se han enriquecido con el macrismo y han fugado deben ser los que más aporten.

Por otro lado, es necesaria la re-apertura de paritarias para todos los sectores trabajadores para que los salarios recuperen poder adquisitivo con aumentos acordes al costo de vida. Por último, se vuelve vital discutir un plan integral que ponga en discusión el acceso al trabajo, a la vivienda y todas las necesidades de las millones y millones de personas que hoy se encuentran en situación de pobreza. En ese sentido, vemos como ejemplo el plan de Desarrollo Humano presentado por los sectores de la Economía Popular que otorga propuestas concretas a dichas problemáticas y puede ser un puntapie positivo.

Llamamos a la máxima unidad del campo popular para ponerle freno a los intentos de avance de la derecha y para desarrollar este programa de salida a la crisis. La única salida de la crisis sanitaria, social, económica y política es la unidad popular. Solo el pueblo salvará al pueblo.

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