El próximo domingo 25 de octubre se realizará el plebiscito nacional que definirá si se aprueba o rechaza iniciar un proceso constituyente que modifique la constitución pinochetista que data del año 1980. Repasamos el significado del plebiscito, los desafíos para el campo popular, y la situación política que se abre luego del domingo.
Un punto de llegada, pero también de partida
La revuelta popular que sacudió Chile hace un año, fue un hecho político de trascendencia internacional que tiró por la borda el “oasis” del modelo neoliberal trasandino, tan defendido por la derecha regional.
El llamado estallido social canalizó años de bronca popular contra el pacto de transición post-dictadura que sellaron los diferentes partidos tradicionales, sobre el cual se sustentó un modelo de precarización y mercantilización de la vida, amparado por la constitución que redactó el propio Pinochet en 1980.
Por ello, en las masivas manifestaciones que llegaron a congregar a millones de personas en todo el territorio chileno, la consigna de Asamblea Constituyente fue tomando cada vez más peso, a los fines de establecer un nuevo piso de derechos sociales de la población, abriendo la posibilidad de discutir el ordenamiento social del país. La consigna tantas veces agitada desde la izquierda en momentos de crisis del régimen político, tomo fuerza en Chile, al ser un caso testigo donde el legado dictatorial (pinochetista) se cristaliza principalmente -pero no únicamente- en la Constitución Nacional.
Si bien el inicial grito de protesta fue el “Fuera Piñera” (el cual crecía al calor de las respuestas represivas), desde arriba se ordenó el cuadro político con el “Acuerdo por la paz social y la Nueva Constitución”, generando un nuevo escenario que cautivó a parte de los partidos tradicionales, replegó a diferentes sectores de la acción directa, y organizó la disputa hacia el año próximo ganando tiempo frente a la crisis.
Aprobar y luchar
Pautada la fecha del plebiscito, las organizaciones populares comenzaron a tomar en sus manos los debates fundamentales para abordar el proceso constituyente. Se expandieron las asambleas populares por barrio y sector en lucha, generando coordinaciones regionales e incluso con miras nacionales, hasta que la pandemia en curso paralizó en parte este proceso, redefiniendo el panorama para las y los de abajo, que con creatividad y reaventándose, sostuvieron la llama del 18O que hace días -en su primer aniversario- volvió a estallar en Plaza Dignidad con un millón de personas. Así llega el movimiento popular al histórico plebiscito.
Vale también mencionar cuales son los riesgos emergentes para las organizaciones populares ante tal suceso. Por un lado, aparecen las expresiones más nítidas de un izquierdismo que sostiene la idea de estar frente a una trampa institucional, por ende, oponen el apruebo a la lucha callejera de la primera línea. Pero también están quienes creen que desde el domingo nace un nuevo país, y por ende únicamente vasta con aprobar una reforma constitucional, no generando eventos que ponga en riesgo el proceso iniciado. En este marco, nace la consigna aprobar y luchar que intenta sortear la falsa dicotomía planteada, entendiendo al proceso constituyente no como un fin en sí mismo, sino más bien como un momento -importante- de un largo camino de acumulación política y social que aspire a la construcción de una sociedad de nuevo tipo.
Desbordar el proceso constituyente con la movilización popular
El resultado del plebiscito será un indicador de como la fuerza social desarrollada en la revuelta se ha dispuesto a participar de un evento político que abrirá la posibilidad de discutir la sociedad chilena en su conjunto.
Por ello es de vital importancia la diferencia que se obtenga entre el apruebo y el rechazo para medir la expectativa popular, pero también la distancia que se exprese entre las opciones de convención mixta (172 integrantes siendo una mitad electa popularmente y otra entre los congresistas) y convención constitucional (155 integrantes electos en su totalidad por la gente), a los fines de saber con qué terreno social se cuenta para profundizar la participación popular en el proceso constituyente.
Si hay algo que el movimiento popular chileno tiene en cuenta, es que la fuerza social desplegada en la calle, es la única forma de desbordar y correr los límites que quiere imponer la política tradicional desde arriba. Fue así como algo tan impensado como la propia idea de iniciar un proceso constituyente, hoy realidad producto de la resistencia, pero también de las ansias de construir otro Chile. Por ende, el grado de movilización que exista durante el tiempo que va desde el plebiscito hasta la Convención, determinará el destino del proceso y por tanto los marcos de la política de un nuevo ciclo, sobre el cual merece ser construida una alternativa política de las mayorías populares que pelean hasta que la dignidad sea costumbre.
A redoblar fuerzas por #NuevaConstitución, #ConvenciónConstituyente, #AprobarYLuchar, #HastaQueLaDignidadSeaCostumbre