Por Lauti Radovich
Cada vez con más fuerza, Carlos se abre nuevos caminos en la actualidad de nuestros activismos. Hoy, 20 de agosto de 2020, se conmemoran 24 años de la muerte de este gran militante de la diversidad sexual. Es por eso que la Legislatura porteña declaró en 2012, a esta fecha como el Día del Activismo por la Diversidad Sexual en la Ciudad de Buenos Aires.
Parece que la versión oficial de la historia no ha podido condenar al silencio la insistente prédica de Jáuregui contra el odio y la violencia hacia las personas LGBTIQ+, por los derechos efectivos de la comunidad LGBTIQ+, con la laicidad como bandera contra una iglesia oscurantista y con la visibilidad como única alternativa contra la clandestinidad de la vida. Es así que cada vez más escuchamos hablar a sus compañeres, a sus amigues e incluso a una nueva generación de activistas que no lo conocimos, resaltando la importancia de recuperar las diversas marcas que Jáuregui ha dejado en nuestra historia política, siempre en relación con nuestras necesidades presentes y con los derechos que nos siguen faltando.
¿Por qué seguimos hablando de Jáuregui?

En primer lugar, porque parece imposible ignorarlo. En palabras de Martín de Grazia1 “la importancia histórica de Carlos Jáuregui como referente fundacional de los derechos de gays y lesbianas en la Argentina [porque las categorías ‘LGBTIQ’ y ‘disidencias sexuales’ vinieron luego] no parece prestarse demasiado a confusión. Su historia de activismo, que empieza con el hito de la primera presidencia de la CHA [Comunidad Homosexual Argentina], se extiende colaborativamente sobre el nacimiento del movimiento trans argentino”.
Entonces, esa voluntad de unidad y de articulación amplia no era una mera declamación ni una orientación práctica sin más, sino que Carlos la concebía como una forma viable de levantar alianzas que hicieran sostenibles esas militancias comunes y casi marginales en aquellos tempranos años noventa, y que a su vez permitiera darle más peso a las acciones que como organizaciones llevaran adelante por mejoras concretas.
Sin embargo, su política de articulación no se restringió solamente a las organizaciones LGBTIQ+. También formó parte de su agenda la necesidad de interpelar y acercarse a los organismos de Derechos Humanos de nuestro país, particularmente las Madres de Plaza de Mayo, en un momento político que las encontraba como uno de los grandes protagonistas políticos de la época, levantando las banderas de su hijes desaparecides y denunciando las brutalidades de la reciente dictadura argentina. Y por más que este diálogo no siempre fue fácil y fluido, hoy nadie puede negar que la lucha por los derechos de las disidencias sexuales es una lucha más por los Derechos Humanos.
Pero todo esto no era algo desordenado ni espontáneo, sino que solo puede entenderse en el marco de una política que apuntó a interpelar masivamente a la sociedad, incomodándola al reflejar sus prejuicios y mostrándole cómo era la homosexualidad literal en las tapas de las revistas, los programas de televisión, las páginas de los diarios y la mismísima calle.
Este día, que lleva un activismo individual y colectivo a un reconocimiento social de sus propuestas en una ciudad (y un país) donde siguen reinando la desigualdad y la violencia por motivos de género, nos invita a recuperar su experiencia en un hoy que nos encuentra batallando peleas similares, pero con un piso de derechos mayor; en alguna medida gracias a Carlos, indudablemente.
Hoy seguimos pidiendo que el aborto sea legal, seguro y gratuito y que se avance en la aprobación de alguno de los proyectos de inclusión laboral travesti trans que fueron presentados en el Congreso Nacional. Dos medidas fundamentales para no quedar atrapados en la trampa que propone la derecha a nivel regional y que significa siempre menos derechos y más odio y violencia para el pueblo. También hay otros problemas urgentes, como la exclusión que implica para la comunidad travesti trans este momento de pandemia y crisis mundial o la violencia institucional que ejercen las fuerzas de seguridad y el Poder Judicial sobre nuestras identidades. Sin dudas esta agenda política se hará efectiva siempre y cuando podamos articular la intervención en estocadas precisas contra los poderes que nos niegan la existencia. Será cuestión, una vez más, de seguir inventando.
Jáuregui y las nuevas masculinidades, ¿qué tienen que ver?
¿Cuál puede ser el vínculo entre la militancia de Carlos Jáuregui y la crítica a la masculinidad hegemónica que ha cobrado fuerza en los últimos años? Quizás parezca forzado, y hasta quizás lo sea. De todas maneras, la violencia del sistema (y en particular la violencia machista) obliga a atender permanentemente a esta cuestión tan desdeñada desde algunas militancias: la construcción de nuevas masculinidades no violentas y diversas. Y sobre todo la pregunta de cómo abordamos esta cuestión con los varones que existen hoy y que muchas veces y sin un horizonte claro están o pretenden estar cerca de un modo feminista de vivir la vida.
En este sentido, no creo que se trate de transformar el discurso sobre Jáuregui para adaptarlo al ideario del varón cis promedio, sino de ofrecer con insistencia marica diversas oportunidades para que los varones también se apropien de esta enseñanza política, de esta historia que por lo anecdótico y celebratorio no pierde su esencia estratégica, de la gesta de este movimiento que, más que diferencias, tiene muchas puntos en común con los horizontes que desde abajo imaginamos y queremos las grandes mayorías del pueblo, con todas sus “minorías” dentro.
En definitiva, no se trata de lo que hagamos con Jáuregui, sino de quiénes seamos les que hagamos cosas con Jáuregui, de quiénes somos les que nos animamos a explorar toda esa fisonomía política bella y verdadera que fue su cuerpo militante. Es una invitación a tenerlo presente, a discutir con muchas de sus ideas pero también con los prejuicios propios, a conocer lo que hizo y sentir que hubiéramos hecho algo parecido, a quererlo sin idealizarlo para poder entender su tiempo y el nuestro, ese que hay que cambiar ahora mismo.
¡Carlos Jáuregui presente siempre!