El intendente de Tandil decidió despegarse de las directivas del Gobierno provincial y nacional con respecto al COVID 19. Un decreto municipal sanciona que los permisos y cuidados sanitarios frente a la pandemia se determinarán a partir de un criterio propio del municipio. La ciudad ya no tomará las fases del resto del país y se regiría según un criterio epidemiológico que no está aún muy claro, según los colores del semáforo. Los problemas de la medida en el marco de la crisis en el sistema de salud y en las barriadas.

Miguel Ángel Lunghi, intendente radical desde 2003, dijo que esta decisión la tomó en base a un consenso con diferentes sectores productivos, organizaciones sociales y sectores políticos de la ciudad lo que fue desmentido por los concejales del Frente de Todxs (mayoría de la oposición en el Concejo Deliberante) y la UTEP, entre otras organizaciones del campo popular.

Además éstos sectores declararon que la decisión no fue consultada tampoco con trabajadores de la de salud ni universitarios y se sumaron al pedido del Jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, Carlos Blanco, que pidió al Intendente dar marcha atrás con está decisión. Además el funcionario provincial lanzó una amenaza: “No está cumpliendo con la Ley y esto traería consecuencias legales” y recordó que: “la Provincia de Buenos Aires desde que comenzó la pandemia ha derivado 174 millones de pesos al Municipio de Tandil”.

La ciudad estaría actualmente, según su propio criterio, en una fase amarilla. Es decir, retrotrae todo a los parámetros que tenía la Provincia de Buenos Aires al 21 de agosto. Tandil estaría en lo que para el resto del país es una fase 4 ampliada, con algunos permisos más para determinados actividades comerciales.

En términos sanitarios la situación cada vez es más grave. Con una población de alrededor de 140 mil habitantes, la ciudad tenía al 1ro de agosto solamente 8 casos positivos de COVID 19 y hoy se cuenta 166 casos. Los sectores de salud denuncian que están en una situación riesgosa ya que cuentan tan solo con 25 camas de terapia intensiva en todo el municipio, de las cuales el 73% están ocupadas (sumando diferentes patologías médicas). Además están esperando resultados de los hisopados de 210 personas, mientras el contagio dentro del personal de salud llegó en los últimos días a un pico del 11%, superando los porcentajes nacionales.

Los contrastes que la pandemia puso a flote en la ciudad no parecen escapar a las turbulencias sociales y políticas de la Provincia de Buenos Aires y el resto del país. Algunos sectores empresarios tandilenses, pidieron en los últimos días al Intendente que modifique los permisos de apertura, lo que resulta llamativo ya que, al estar en fase 4 casi la totalidad de los servicios e industrias están funcionando con escasas restricciones.

Deberíamos pensarlo en el marco de lo que sucedió en las últimas semanas. El sector de turismo de la ciudad esperaba comenzar a recibir clientes y la proliferación de casos reciente no se lo permitió. Uno de los infectólogos asesores del Intendente, el Dr. Gentile, participó de la confusa movilización del 17 de agosto donde la derecha salió a las calles, lo que provocó la indignación de distintos sectores políticos que la Intendencia respondió con un comunicado que declaró que “es libre de manifestarse como cualquier otro ciudadano”. Además, hubo una “rebelión de gimnasios” que quisieron abrir sin esperar que la Provincia de Buenos Aires apruebe su protocolo de trabajo. Al parecer, el Intendente no pudo con ciertas presiones.

Sin embargo, mientras se juegan internas, en las barriadas de la ciudad les trabajadores de la economía popular y changarines cada vez están más complicades. Zulema, referente de la asamblea de la Garganta Poderosa en el Barrio Villa Cordobita, nos cuenta que al no poder acceder al trabajo ni a la educación “la demanda en los comedores populares se triplicó”, y tuvieron que recurrir a campañas nacionales para poder sostener las actividades sociales y culturales.

También les trabajadores, que desde 2019 fueron uno de los sectores más golpeados de la ciudad, ahora sufren las consecuencias de la pandemia. En Loimar, fábrica de ladrillos, se quedaron sin fuente de trabajo desde el mes de diciembre luego de un conflicto por despidos, después del cual el dueño de la empresa bajó las persianas y se niega desde marzo a reunirse. Les compañeres se mantienen en lucha gracias a la solidaridad de las organizaciones sociales locales y al acceso a los subsidios de emergencia que
lograron del Estado Nacional.

Aunque el intendente Lunghi no lo vea en su “República Separatista”, los sectores populares de la ciudad están en alerta.

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