El 18 de mayo de 1810 llega a Bs As la noticia de la caída de la Junta Central de Sevilla bajo las fuerzas de Napoleón y la conformación del Consejo de Regencia sin ningún poder real.

Frente a estas novedades el 20 de mayo las milicias fueron a pedir la renuncia del virrey Baltasar Cisneros, el cual respondió que solo entregaría el mando al cabildo. A lo cual los Patricios respondieron la madrugada del 22 de mayo con la movilización de las milicias populares reclamando la renuncia del virrey y la conformación de una junta de gobierno.

El mismo 22 de mayo sesiona el Cabildo Abierto rodeado por la plebe de Bs As. En el mismo se vota la destitución del virrey y nombrar un nuevo gobierno. Pero el 23 las milicias se vuelven a rebelar y los miembros del cabildo se ven obligados a seguir cediendo y conformar una junta con algunos criollos, pero mantienen como presidente de la junta al ex virrey Cisneros.

El 25 de mayo las milicias junto con una multitud irrumpen en el cabildo abierto amenazando a todos de usar las armas si no les obedecen. Cisneros debe renunciar y el poder pasa a una nueva junta, llamada Junta Provisional Gubernativa formada por Saavedra, Belgrano, Paso, Larrea, Alberti, Matheu, Azcuénaga, Castelli y Moreno. Convocando al resto de las provincias para que enviaran diputados y con ellos discutir una nueva constitución. Se conformó un nuevo gobierno sobre la base de una alianza entre la milicia de los Patricios, milicias aliadas y grupos intelectuales nucleados en el Café de Marcos (Moreno, Vieytes, French y Beruti), que daría lugar a un Estado revolucionario dominado por la burguesía porteña que se lanzaría a la conquista del virreinato y arrasar con las clases e instituciones coloniales.

Ahora bien ¿cómo se llegó a esto?

El virreinato del Río de la plata era uno de los últimos que se había formado luego de las reformas borbónicas de 1776, que habían convertido a una ignota y pequeña ciudad de Buenos Aires en la capital del virreinato por el cual saldría la plata extraída de las minas de Potosí en el Alto Perú. Todo el sistema colonial estaba basado en distintas formas de explotación que oprimían a las mayorías originarias y mestizas. Esta plata se extraía por medio de la mita, un sistema tomado por los españoles del antiguo imperio Inca, en que cada comunidad debía enviar cierta cantidad de miembros a trabajar a las minas obligatoriamente a cambio de un jornal miserable mientras eran depositados temporalmente en “los pueblos de indios”, además de pagar un tributo al rey de España, que era abonado no por individuo, sino por comunidad.

Otras formas de trabajo servil que encontramos son la encomienda y el yanaconazgo, trabajos gratuitos y obligatorios que la monarquía daba a los conquistadores españoles bajo la promesa de “cuidar y evangelizar a los indios”. De esta forma, los tributos y las distintas formas de trabajo obligatorio representaban las cargas más oprobiosas para los sectores más castigados de la sociedad colonial. Tanto en el Río de la Plata como en el conjunto de Hispanoamérica, los pueblos originarios desplegaron distintas formas de resistencia frente a esta opresión. Las enormes rebeliones de Tupac Amaru y Tupac Katari a fines del siglo XVIII en el Virreinato del Perú son las experiencias más potentes de una práctica extendida en todo el continente. Lo mismo puede decirse de la población esclava afrodecendiente, que protagonizó desde pequeñas resistencias locales hasta la potente revolución negra de Haití.

Pero en la Bs As de principios del siglo XIX vamos a encontrar otra formación social, la de hacendados y estancieros, poseedores o dueños de las tierras y las vacas que contratan peones asalariados y utilizan mano de obra esclava para hacer las faenas cotidiana, domar a los potros, castrarlos, marcar a las vacas. La cotización de los cueros a nivel mundial empezó a subir cada vez más (y su precio no dejo de crecer hasta 1930), por lo cual se convirtió en una actividad sumamente lucrativa. De esta forma, junto a la esclavitud y las primeras formas del trabajo asalariado, se erigía una burguesía comercial criolla que bregaba por la apertura comercial.

Si bien desde 1778 la Corona promulgó el Reglamento de libre comercio que ampliaba la cantidad de los puertos coloniales y metropolitanos que podían comerciar, de todas maneras permanecía el sistema monopólico que limitaba los posibles compradores de los cueros y el sebo y aunque existía el contrabando, este era inestable y dependía de sobornar a funcionarios reales. Con lo cual, lo que no perdían por la imposición unilateral de los precios por comerciantes monopolistas privilegiados por la monarquía, lo perdían sobornando a los funcionarios reales.

A esta nueva clase en ascenso económico, estas trabas coloniales les impedían usufructuar la cotización de los productos que producían. De esta forma, sobre todo a partir de las Reformas Borbónicas que generaban más presión sobre la economía colonial, distintos sectores criollos, más o menos pudientes fueron actores también a los reclamos y resistencias, sobre todo contra el sistema impositivo.

En el Río de la Plata, miembros de esta creciente burguesía crearon periódicos semanales como el Telégrafo Mercantil en 1801, escrito por integrantes de la Sociedad Patriótica Literaria y Económica como Vieytes, Castelli y Lavardén. En sus hojas podemos encontrar ideas como la de abrir los puertos al comercio con otras potencias, arreglar los campos y ponerlos a producir, desarrollar la ciencia al servicio de la producción y el comercio. Aunque no se planteaba la ruptura con la corona, igualmente fue censurado por las autoridades virreinales. Esto dio lugar a un nuevo semanario liderado por Vieytes bajo el nombre Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, que duró de 1802 a 1807, cuando fue censurado por sus elogios a Inglaterra, por sus críticas frontales al sistema monopólico y por sus ideas de crear un mercado de tierras que se encontraban en manos de la Iglesia y el Rey, es decir que los dueños de la vacas pasen a ser propietarios legales de la tierra.

Las invasiones inglesas y la crisis orgánica

En el Río de la Plata, la participación activa de sectores plebeyos irrumpió a partir de las Invasiones Inglesas. En el marco del conflicto abierto entre Francia y Gran Bretaña en Europa, una pequeña expedición, sin autorización del gobierno, del general William Beresford en 1806 conquista la capital del virreinato del Río de la plata con una facilidad asombrosa, un ejército colonial que no pelea y el virrey Sobremonte huyendo a Córdoba con la recaudación, que de todas maneras perderá frente a los ingleses.

Frente a la ausencia de toda autoridad virreinal la población de Buenos Aires comienza a saquear los arsenales y bajo el liderazgo de Santiago de Liniers expulsa a los invasores en agosto de 1806. Se convoca a cabildo abierto del 14 de agosto para decidir quién iba a gobernar y que se iba a hacer con toda la gente armada. Si bien los que podían participar del “cabildo abierto” eran solo los vecinos, es decir, varones blancos con ingresos fijos y considerables, en este caso la plebe irrumpe y exige la renuncia de Sobremonte y su reemplazo por Liniers. Por lo cual Liniers es designado Comandante en Armas, violando las leyes del orden colonial. En segundo lugar como los ánimos no estaban para desarmar a nadie, se decidió organizar a la población por milicias, según su lugar de origen: los Patricios (los criollos), los Arribeños (de las provincias de “arriba”), Catalanes, Vizcaínos, Gallegos, Cántabros y Andaluces. Pero también por oficio (artesanos y labradores) y por condición social (negros, mulatos y pardos). Y la milicia de los hacendados: los Húsares. Los comandantes de cada milicia eran elegidos por el voto de las tropas. De esta forma, el protagonismo de los sectores bajos de la sociedad colonial, puso en crisis al orden colonial rioplatense.

En unos pocos meses todos los varones mayores de edad se encontraban armados, discutiendo política y encuadrados en milicias lideradas por comandantes que ellos votaban. Se calcula 8.000 milicianos en un Bs As con una población de 40.000 habitantes.

Para la segunda victoria sobre las 8.000 tropas inglesas en junio de 1807 lideradas por el general Whitelocke, en la que participa el conjunto de la población porteña, Liniers es nombrado virrey interino. Nótese que hasta el momento el rey de España tenía la facultad divina de nombrar virrey, pero ante la crisis del Estado colonial las ex autoridades no pueden hacer otra cosa que reconocer los hechos consumados producto de la pérdida del monopolio de la fuerza.

Composición social de las milicias y lucha por el poder

Las milicias organizaban al conjunto de la sociedad: libres y esclavos, blancos, negros, mestizos, labradores, artesanos, comerciantes monopolistas y hacendados. Estos dos últimos serán los que se lanzarán a tratar de dirigir y comandar a la mayor cantidad posible de milicias. El gobierno de Liniers representaba este empate inestable entre fuerzas en pugna, unas con el objetivo de perpetuar el orden colonial y otras que querían terminar con él. Las milicias de Patricios, Arribeños, Húsares, Castas y Cántabros respondían al bando revolucionario. Los Catalanes, Gallegos, Vizcaínos y Andaluces respondían al bando contrarrevolucionario. Ambos desconfiaban de Liniers porque pensaban que respondía al otro bando. Aunque trató de mantener esta situación de inestabilidad que le permitió llegar al poder y ubicar sistemáticamente a todos sus familiares en distintos cargos, al final se revelaría como un enemigo de la revolución.

Para 1808 la coyuntura internacional da un giro dramático, tropas francesas invaden España y luego de los “sucesos de Bayona”, asume como rey de España José Bonaparte (hermano de Napoleón). Lo cual genera un amplio malestar en la población española, materializándose en la proliferación de gobiernos populares locales denominados “Juntas” que lograron cierto grado de centralización con la Junta Central de Sevilla.

Cuando las noticias llegan a América se prepararon para organizar sus propias juntas primero los contrarrevolucionarios en Montevideo y luego en Buenos Aires, pero fracasando en ambos casos al intentar desplazar a Liniers y poner a un virrey de confianza para desarmar las milicias, recobrar el poder del Estado colonial y aplastar a los revolucionarios. La maniobra fue planificada para el 1° de enero de 1809 al mando del comerciante monopolista Martín Álzaga, que despliega sus milicias en la plaza de la victoria y le arranca la renuncia a Liniers. Pero fue desarmada porque Saavedra y Viamonte dispusieron el acuartelamiento de los Patricios, Arribeños, Húsares y Castas, junto con parte de los Cántabros y Andaluces, desbaratando este intento de golpe de Estado, desplegando sus tropas y haciendo huir a los contrarrevolucionarios, restituyeron a Liniers y desarmaron a las milicias golpistas.

En Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 se organiza una tercera junta de gobierno, pero esta vez organizada por los insurrectos, liderados por Bernardo de Monteagudo contra el virrey Manuel de Goyeneche nombrado por la Junta de Sevilla. Pero fueron fuertemente reprimidos y muchos deportados.

En La Paz se organiza la cuarta junta por parte de los revolucionarios el 16 de julio de 1809 que logró derrocar a las autoridades locales, intentó organizar un ejército propio con apoyo de curacas locales. El proceso fue liderado por Pedro Domingo Murillo y nuevamente con una destacada participación de Monteagudo, referente del ala radical de la revolución independentista. Cisneros desde Buenos Aires envía milicias para reprimir a los insurrectos, pero a medio camino las milicias populares porteñas se niegan a reprimir la revuelta. A pesar de la magnitud del levantamiento, las tropas realistas enviadas desde el Virreinato del Perú logran aplastar la junta y encarcelar a sus líderes.

En junio de 1809 la Junta Central de Sevilla nombra a Baltasar Hidalgo de Cisneros nuevo virrey para el virreinato para restablecer el orden. Este al enterarse que desde Buenos Aires lo esperaban con cañones apostados en el puerto opta por desembarcar en Colonia con la ayuda de Liniers.

En una reunión en la casa de Saavedra los revolucionarios consideran que la situación no estaba madura aun y optan por dejar asumir a Cisneros. En septiembre de 1809 un barco británico llega a Buenos Aires y en vez de dedicarse al contrabando se dirige a las autoridades para solicitarles poder comerciar. Ante una España que estaba en crisis y no podía hacer llegar casi ningún producto y un Gremio de hacendados que hace presión, por medio de un documento que pidió redactar a Mariano Moreno, en el que se reclamaba el comercio libre, las autoridades coloniales no ven otra opción que aceptar.

Con la caída de la Junta de Sevilla los acontecimientos se precipitan y los revolucionarios se hacen con el poder, liderando expediciones militares a todo el virreinato.

Prontamente las tensiones internas comenzarán a hacerse públicas. Una corriente específica encabezada por Moreno, que al calor de la revolución radicaliza sus posiciones, junto con Monteagudo y Castelli, lograron expresar un programa con características propias de una revolución burguesa que reclamaba la independencia inmediata e incluía reclamos importantes de las mayorías populares como el fin de los tributos y las distintas formas de explotación del indio. Sus límites: no tener una base popular que lo llevará adelante. El proceso de politización y participación popular abierto con la militarización tras las invasiones inglesas llevaba a los sectores populares urbanos a encontrar en Saavedra a su principal referente.

Del otro lado del Plata, un proceso distinto comenzó a desarrollarse de la mano de la figura de Gervasio José Artigas, quien juró lealtad a la Junta de gobierno y desestimó al nuevo virrey, Elío que había establecido en Montevideo la nueva capital virreinal. Artigas también reclamó la independencia inmediata, desplegó la Liga Federal que disputó la hegemonía a Buenos Aires, logró acaudillar a las masas populares y en pocos años, hacia 1815 condensó sus principales reclamos en el famoso “Reglamento de tierras”, repartiendo entre los más pobres las tierras de “aquellos emigrados, malos europeos y peores americanos”, ganándose así el odio de los hacendados bonaerenses que veían en su figura el ejemplo a combatir para que no ocurriera lo mismo en la campaña de la provincia.

Se abría entonces un camino hacia la independencia, surcado por contradicciones y disputas. Fueron sin embargo las irrupciones populares como aún hoy lo siguen siendo, las que marcaron los nudos fundamentales en el desarrollo de la historia

Escribe un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.