La presentación del informe de la ONU sobre la situación en materia de DD HH en Venezuela ha abierto otra vez la polémica. Dicho informe apunta a una nueva demonización del gobierno de Maduro que justifique la posición de los países que avalan la intervención de Estados Unidos en el territorio bolivariano. Ante esto, la posición de Argentina ha sido contradictoria: por un lado, el enviado ha apoyado el informe presentado, pero por otro lado, el presidente Fernández se ha expresado enfáticamente contra toda forma de intervención y ha expresado su reconocimiento al gobierno de Maduro aún con sus cuestionamientos. Este tipo de pronunciamiento es positivo y debe servir para poder poner en agenda los verdaderos problemas que sufren los pueblos de la región: el saqueo en sus distintas formas, el rol de los agentes locales del imperialismo, como son Añez, Piñera y Bolsonaro, y la avanzada contra los pueblos latinoamericanos.
En Argentina, el macrismo ha apoyado las diferentes formas de intervención que Estados Unidos ha propiciado en la región. Macri, integrando el llamado Grupo de Lima, reconoció a Guaidó como presidente de Venezuela, recibiendo a su enviada diplomática, y tomando claro partido en la crisis venezolana. Al mismo tiempo siempre jugó un rol perverso al denunciar al gobierno de Nicolás Maduro como una supuesta dictadura mientras se apoyaba el golpe de estado en Bolivia contra Evo Morales, dando sobradas cuentas de su carácter subordinado y alineado con la administración Trump.
El triunfo de Alberto Fernández implicó un giro en la posición diplomática argentina, si lo comparamos con su antecesor. Desde un primer momento el presidente ha expresado una posición mucho más moderada sobre la situación de Venezuela. Por otro lado, el nuevo gobierno ha recibido a Evo Morales y a Álvaro García Linera como exiliados, y se ha pronunciado en contra de la dictadura de Yanine Añez. Si bien el llamado Grupo de Puebla no terminó de jugar un rol significativo en la crisis regional, Alberto Fernández intentó alinearse con su par mexicano López Obrador, intentando construir una bloque que promueva una posición contra una intervención imperialista. Esta variante ha quedado bloqueada también por la imposibilidad de alentar una variante “de centro” en un contexto de creciente inestabilidad y polarización en la región, con la avanzada derechista por un lado, y la respuesta de los movimientos populares con rebeliones y enormes movilizaciones del otro.
Estos cambios en la política gubernamental, síntomas del momento de volatilidad y convulsión para Latinoamérica, son hechos que permiten visualizar nuevos posibles escenarios: por un lado han dado cierto aire al pueblo venezolano que resiste a los intentos de intervención, a la vez de sufrir las consecuencias económicas de tener los activos de PDVSA incautados por EE UU y la UE. Recordemos el embargo de las 30 toneladas de oro por parte del gobierno inglés. Y por otro lado, permite empezar a retomar con mayor fuerza el debate sobre la necesaria unidad de los pueblos de la región. Unidad para hacer frente a los modelos neoliberales que tienen sus expresiones locales afines, socias del imperialismo que intenta perpetuar la dependencia arremetiendo contra las economías de los pueblos, presionando para pagar deudas ilegítimas e impagables o directamente sustrayendo riquezas, como en el caso venezolano.
Este nuevo informe de la ONU, presidido por Michelle Bachelet, se traduce como un nuevo intento de legitimar una siempre latente intervención militar imperialista en Venezuela. En un panorama mundial signado por la crisis del coronavirus, estos organismos internacionales intentan generar condiciones que contribuyan a una caída del gobierno popular de Maduro. No mencionan la resiliencia de un pueblo que, como puede, afronta la grave situación sanitaria y sobrevive a pesar del bloqueo. El informe de la ONU tampoco menciona la vejaciones hechas por la dictadura de Añez ni por el gobierno de Piñera ante el repudio popular que reciben en sus respectivos países.
Ante este nuevo intento de avanzada, es positivo que gobiernos de peso en la región, como el de Alberto Fernández, se expidan reconociendo a Maduro como el legítimo presidente de Venezuela y abonen a que exista una salida a la crisis que no demande más sufrimiento para el pueblo bolivariano. Por supuesto que esto debería ser acompañado de otros gestos necesarios como el desplazamiento de un personaje nefasto como Felipe Solá al frente de las relaciones internacionales del país y el reclamo del levantamiento de todas las sanciones y bloqueo contra Cuba y Venezuela.
Desde las organizaciones del campo popular debemos considerar este hecho como un piso para seguir expresando nuestra solidaridad internacional con los pueblos de Nuestramérica, a la vez que repudiamos toda forma de avanzada imperialista y apostamos a promover el más amplio protagonismo popular por la ruptura con todas las formas de sometimiento en nuestra región. El principal derecho humano que debe tener un pueblo es su soberanía y defensa de su dignidad.