Hace un año comenzamos a transitar la experiencia colectiva y militante de construcción de lo que hoy se cristaliza en Abriendo Caminos. Surgides como parte de las divisiones y fragmentaciones a nivel general que golpean a las izquierdas, resulta hoy valioso reflexionar alrededor del camino recorrido, las discusiones y conclusiones planteadas y las perspectivas hacia adelante. La experiencia que da lugar a Abriendo Caminos emerge como parte de una serie de discusiones en nuestros espacios de militancia alrededor del fin de la experiencia del macrismo y la apertura del nuevo ciclo político canalizado por una coalición extremadamente amplia del Frente de Todos, pero también como parte de debates más generales alrededor de la etapa histórica en la que nos toca construir una propuesta de transformación y radicalización y de balance de las organizaciones que hemos venido construyendo desde nuestras izquierdas.
Desde ese punto de vista, nos atravesaron preguntas similares a las que se hacen muches militantes del campo popular: ¿Por qué Macri fue derrotado pero pudo finalizar su mandato?¿Qué características tenía el nuevo frente político que iba a asumir el gobierno?¿Qué etapa histórica engloba estos procesos y que tendencias son las que marcan el pulso del momento? Y, fundamentalmente, ¿cómo impulsamos una alternativa anticapitalista y feminista en este contexto?
Polarización y choques
Partimos de caracterizar que vivimos una etapa histórica marcada por la crisis capitalista iniciada en 2007/8 y que aún no encuentra resolución, poniendo en tensión los principales pilares del modelo neoliberal que se impuso a nivel global con la derrota de las fuerzas revolucionarias.
Ese proceso, lejos de ser unilateral, se caracteriza por el desarollo de elementos sumamente contradictorios: la virtual estabilidad institucional -surgida de la consolidación de la hegemonía neoliberal pero también de las conquistas democráticas de las masas- se combina con la enorme inestabilidad de los proyectos políticos que emergen en medio de la crisis. En ese sentido, es evidente que la persistencia de un retroceso en las condiciones de vida de las masas dan lugar a fenómenos a derecha e izquierda y una creciente tendencia a la polarización política y social a nivel internacional y regional con una ofensiva imperialista y reaccionaria, por un lado, y grandes estallidos populares de respuesta por el otro. En esos dos campos que se configuran, entendemos que las fuerzas anticapitalistas debemos contribuir a la derrota de la derecha y promover el avance de los sectores más radicalizados. Desde el momento en que definimos esas orientaciones a hoy, los acontecimientos de Bolivia a Chile pasando por la rebelión contra Trump en EEUU ratificaron, entendemos humildemente, varias de estas ideas.
Ciclo político y pandemia
En nuestro país, este proceso se encuentra mediado por una serie de elementos que desde el comienzo hemos intentado caracterizar. Nuestro nacimiento como organización coincidió, como decíamos, con la derrota electoral del macrismo, que como hemos planteado oportunamente, fue el producto de una amplia resistencia popular a su programa neoliberal durante los 4 años de gobierno. Esta que se canalizó por la vía electoral a través de la conformación del Frente de Todos, una alianza heterogénea del kirchnerismo, la mayoría de los gobernadores, intendentes bonaerenses, sectores del peronismo de la capital, la totalidad de de las centrales sindicales y fuerzas provenientes de los movimientos sociales y la izquierda popular. Este armado de una coalición inédita fue quien capitalizó ese clima de rechazo al proyecto de Cambiemos al imponer esa salida. Lo hizo con un programa que planteaba la reestructuración de la deuda y un acuerdo social en oposición al “estallido” del 2001 -cuyo alcance sigue abierto en el cuestionamiento a la hegemonía neoliberal-. Un programa que desconocía, por un lado, la profundidad de la crisis y, por otro, su nivel de polarización.
La estrategia electoral del FDT estuvo acompañada por la desmovilización como un elemento predominante y una transición acordada. El macrismo no se fue nock-out en octubre del año pasado, sino que finalizó su mandato con un piso nada despreciable de apoyo, desde el cual hoy ejerce una presión constante en la agenda política como un bloque político-social. Cambiemos, como el resto de la derecha regional, adoptó la movilización de su base social como parte de su intervención en el plano político y alimenta una “grieta” que permanece abierta desde 2008 como resultado de un quiebre y fractura más profundo en la alianza de clases que gobierna el país.
Transitado ya casi un año de gobierno de AF y CFK, vemos como las contradicciones al interior de la alianza gobernante se desarrollan en prácticamente todos los niveles mientras que se desenvuelve una iniciativa constante por parte de la derecha y las cámaras patronales. La caracterización de un gran sector de la izquierda que sobrevendría un gobierno linealmente continuista a Macri que impondría un ajuste en forma inmediata y desataría un choque casi tan rápido de la misma manera con el pueblo trabajador fue desechada a esta altura casi en su totalidad. Esto no ocurrió, por el contrario, el peronismo hoy carece de una expresión monolítica y un liderazgo unificado. Por el contrario atraviesa la coyuntura fragmentado en distintas fracciones que deben sostener acuerdos y equilibrios precarios para aspirar a revalidar una mayoría electoral el año próximo. Tampoco se verificó la tantas veces anunciada disolución del kirchnerismo dentro del peronismo que, por el contrario, sigue actuando vivamente y definiendo gran parte de la “agenda de conflictos” del gobierno con sectores de las corporaciones, al mismo tiempo que agudiza sus internas con los intendentes en la Provincia de Buenos Aires. La propuesta surgida desde la CGT y avalada por gobernadores de poner a Alberto Fernández al frente del PJ es una medida simbólica que se encuentra lejos de resolver las internas del Frente de Todos.
La llegada de la pandemia que hoy golpea con más de 800 mil contagios y 20 mil víctimas fatales en nuestro país agravó el desastre del macrismo y el cuadro de crisis estructural de un modelo neoliberal, cuyos pilares no se revirtieron. El coronavirus implicó un salto en la crisis internacional y local -con una caída global promedio de más del 10% y una destrucción de decenas de millones de puestos de trabajo-, pero en términos generales se inscribe, inserta y opera como un revulsivo de una crisis abierta sumando mayores elementos de inestabilidad.
En nuestro país, con un índice de pobreza que llega al 40, 9 % de la población -y otros proyectan hasta el 47%- y cuatro millones de personas desempleadas y millones más en situación de precarización, la crisis tiende a agudizarse en todos sus niveles. Ante esa coyuntura, el Frente de Todos deja en evidencia a cada paso sus vacilaciones y concesiones.
Tras un comienzo en la pandemia con una fuerte iniciativa con la cuarentena como medida sanitaria alcanzó un respaldo masivo y hasta confrontó directamente con el reclamo de las patronales de mantener abierta la economía. Esta medida correcta no fue acompañada de la batería de recursos que reclamaba una acción estatal de este alcance.
El Ejecutivo puso el enfásis en cambio en la negociación para reestructurar la deuda, objetivo que logró pero no alcanzó para alinear detrás suyo a la mayoría de la clase capitalista que mantuvo una presión inalterable y, por ejemplo, impuso despidos y suspensiones masivas a pesar del decreto que las prohibía. Todo este proceso se dio en un zig zag que va desde la marcha atrás en Vicentin hasta baja a las retenciones que beneficia a los grandes grupos cerealeros.
También puede verse en la lucha antirepresiva en donde se consiguió a partir de la denuncia y presión de las organizaciones derogar parte de la doctrina Chocobar instalada por el macrismo, pero se continuan sosteniendo a figuras como Berni y se cede ante la presión derechista con el lanzamiento de planes de reforzamiento de la policia con aumentos extraordinarios a la Bonaerense responsable de la desaparición y asesinato de Facundo.
En este cuadro, las iniciativas positivas como el impuesto a las grandes fortunas, el decreto sobre las telecomunicaciones o el avance en el cupo laboral trans no fueron las que ordenaron la agenda y, a la luz del agravamiento de la crisis, el desgaste recorre al oficialismo mientras la derecha y las patronales avanzan con su agenda. Incluso, Juntos por el Cambio ya se prepara un eventual relevo electoral en 2023 con Horacio Rodríguez Larreta como candidato, cuya gestión se mantiene como una de las puntas de lanza del modelo neoliberal en nuestro país mientras los sectores más radicalizados de la derecha allanan el terreno con acciones de desgaste.
El campo popular y el desafío de abrir caminos
Una gran cantidad de organizaciones sindicales y movimientos sociales, así como organizaciones de la izquierda popular, se encuadraron políticamente en el Frente de Todos como parte de la experiencia para poner en pie para echar a Macri aunque con niveles disímiles de expectativas en esa apuesta. Esto también fue y es materia de extensos debates entre las izquierdas que nos reivindicamos anticapitalistas y feministas.
De nuestra parte hemos sido respetuosos de muchos de esos sectores que lo hicieron en forma genuina y, hoy con todas nuestras diferencias, siguen militando por llevar adelante sus banderas en favor de las mayorías populares y con las que nos encontramos en reclamos y batallas justas, buscando articular la unidad necesaria para contar con la fuerza para torcerle el brazo a enemigos que vienen envalentonados.
Desde ese punto de vista, a nuestro parecer, la intervención del Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad durante ese período puso un signo igual entre las organizaciones populares que apoyan al Frente de Todos y una cooptación o integración automática al régimen político, lo que lo llevó sin dudas a una lectura equivocada que contribuyó a un agravamiento del aislamiento político de la principal referencia de la izquierda en el país. A diferencia de periodos donde aportó al debate general con propuestas de radicalización, el FIT se encuentra volcado a una actividad de pura autoconstrucción llevando la lógica de la “columna independiente” a todos los terrenos y con alcances sumamente limitados. La táctica de la diferenciación y delimitación como ordenador fundamental separa a las posiciones conquistadas de poder dialogar y articular con sectores de otras tradiciones. Se trata de un ceguera sectaria grave.
Por el contrario, la necesidad de construir la mayor unidad de acción posible con todas las organizaciones del campo popular, sean del FDT o no, que se plantean un programa contra la derecha y por desarrollar una agenda positiva de reclamos de los sectores populares, se ha demostrado correcta siendo una forma concreta para darse una política de incidencia en la polarización política en curso. El desarrollo de estas experiencias demuestran que la posibilidad de construir una alternativa anticapitalista de masas esta intimamente ligada a poder desplegar una intervención sobre las experiencias reales de confrontación con la derecha y a buscar tensionar las mismas hacia las transformaciones estructurales que necesita nuestro pueblo.
En ese sentido, las lecciones que arroja la experiencia del movimiento feminista en nuestro país y a nivel global, sin duda, se inscriben en esta lógica en donde se desarrolla una marea sostenida y construida con una amplia unidad de diversos sectores en la lucha por nuestros derechos y reivindicaciones, en oposición a la derecha retrograda y clerical. Discrepamos con aquellos sectores que ponen por delante sus intereses de organización por sobre el interés general para jugar un papel testimonial en la lucha concreta dentro de ese movimiento que supo en el último tiempo conquistar a amplios sectores de masas. El desafío consiste entonces en profundizar lo logrado que, a su vez, implica desarrollar un feminismo popular con capacidad de llegada a miles de mujeres y disidencias y aportar una perspectiva antisistémica para desterrar definitivamente la influencia de las Iglesias y los sectores conservadores en nuestro pueblo.
Todas estas reflexiones también nos llevaron a revisar el perfil de las organizaciones que construimos viendo que la experiencia demostró en el último periodo histórico la profunda crisis que atraviesa a las fuerzas que nos reivindicamos revolucionarias. Los “destacamentos de vanguardia” que se autoproclaman dueños de la verdad fue el camino de desaciertos y derrotas para nuestros agrupamientos y experiencias militantes previas. Por el contrario, el valor de la organización colectiva debe ponerse en la síntesis y capacidad de diálogo de las mejores experiencias de lucha de nuestro pueblo con la vocación necesaria de crecer, sabiendo del piso desde el cual partimos y la humildad que eso reclama.
En este escenario complejo y con estos aprendizajes, desarrollamos nuestro primer año de construcción como organización. Desde ese lugar, hemos impulsado numerosas iniciativas que aporten a construir la necesaria unidad del campo popular con un programa de salida de fondo a la crisis y que tenga como premisa la lucha sin cuartel contra la reacción y por la solidaridad y unidad latinoamericana.
Con ese norte venimos creciendo, con humildad, con alegría y militancia, por una alternativa que transforme todo.